María Luisa Beneytez - Maasai Magazine

Se podría decir que la pintura de María Luisa Beneytez ha crecido en esta ciudad de la misma forma que lo ha hecho una parte de ese submundo que es el arte contemporáneo, y que a fuerza de darse porrazos contra el mismo muro no sólo ha conseguido abrirse un hueco, sino que ha logrado incluso crear tendencia. La llamaría salvajismo pictórico, no podría ser de otra manera. Por supuesto, esto no lo ha hecho ella sola. Estoy seguro de que muchos, pero sobre todo muchas, de los que lean esta entrevista se sentirán reconocidos, interpelados e incluso citados y parafraseados por la propia Beneytez, y compartirán de pleno derecho esa condición de salvajes.

Durante una época de su vida hizo todo lo que se esperó de ella: terminó sus estudios de bachillerato e hizo la prueba de acceso a la Facultad de Bellas Artes de Sevilla; allí se licenció en la especialidad de pintura y más tarde se doctoró con una tesis dedicada a la representación de la mujer en el arte; y una vez superadas con mérito todas las pruebas, se encontró con un mundo que no estaba tan lleno de posibilidades como le habían contado. Más bien, éstas siempre fueron pocas.

A día de hoy, y después de algunos golpes, las ilustraciones y pinturas de María Luisa Beneytez se pueden ver en muchos de los indispensables, y siempre emergentes, espacios dedicados al arte de Sevilla, donde se encuentra la ya fundamental obra de estas y estos salvajes. En uno de ellos, el espacio de creación cultural Magnética, tuvimos nuestro encuentro con la artista.

Sé que eres de las que piensa que no debe ser el propio artista quien teorice sobre su propia obra, pero me gustaría que charlásemos un rato sobre ella. ¿Te parece?

Vale, de acuerdo [Se ríe]. Vamos a ver qué tienes ahí preparado.

Como artista, ¿has hecho siempre lo que has querido?

No, no siempre.

¿Cuáles han sido los momentos en los que no has hecho lo que querías?

Pues cuando estaba empezando. En ese momento experimentaba sobre qué es lo que quería hacer y estaba buscando mi identidad como pintora. En los inicios, o al menos en los míos, tiendes a probar diferentes recursos, a experimentar con diferentes técnicas o lenguajes que vienen de diferentes estilos, vas viendo qué cosas te funcionan y cuáles no. Y cuando ya tienes suficiente soltura para poder expresar todo lo que tienes dentro, entonces sí, ya empiezas a hacer lo que te de la gana. Pero mi momento “hacer lo que me da la gana”, que sí es cierto que podría caracterizar a una parte de mi obra, no me llegó hasta mi madurez personal.

La verdad es que teniendo en cuenta los derroteros que está tomando tu pintura, reconocerás que aquel que no conozca tu obra pasada se sorprenderá mucho al saber que provienes del paisaje.

Y no siempre. Eso es en realidad lo que más gente conoce porque es cierto que tuvo mayor proyección pública, y de alguna manera una parte de mi pintura paisajística sí coincide con el inicio de la madurez personal. De la pintura que te hablaba antes es previa al paisaje. Es una pintura donde ya había tratado la figura de manera exclusiva, pero desde otra perspectiva diferente a la de ahora. Y mucho antes trabajé la pintura abstracta.

María Luisa Beneytez - Maasai Magazine

Pues qué sorpresa, nunca te hubiera pensado como pintora abstracta. ¿Cómo era aquella pintura?

Pues para serte sincera, podríamos decir que el concepto siempre ha sido el mismo. En aquella pintura ya estaba muy presente el uso del color, que combinaba con la presencia de franjas negras que me servían para romper esa armonía cromática de colores muy vivos. Después de esto comencé a trabajar con la figura en mi pintura, pero en aquella época orientada por una visión más onírica y surrealista. Desde luego, ahora que lo pienso, y como te decía antes, fueron pasos que quizá no diera con total libertad pero que sí han precedido al momento en el que estoy ahora.

¿Y de qué forma acabas entonces en el paisaje?

Estudiando Bellas Artes hice la especialidad de pintura y en el último curso había una asignatura que trataba específicamente el paisaje. Y de hecho, mientras me decidía y empezaba a hacer la tesis doctoral, colaboré con la profesora Carmen Mañero que coordinaba un grupo de investigación sobre pintura y paisaje. Me empezó a gustar y me centré en ese tema. De hecho, de aquella colaboración surgieron varias exposiciones itinerantes que desarrollé con aquel grupo de investigación. Para mí esta etapa fue también fundamental porque tuve la oportunidad de investigar sobre mi forma de pintar. De hecho, es mi etapa gris porque empecé a investigar la gama cromática de los grises a través de mis obras, que curiosamente es el color al que se me asocia en aquellos años de facultad. No obstante, al final acabo abandonando esas tonalidades y regreso al color más intenso, aunque de alguna forma he de reconocer que es de nuevo el paso por ellos lo que me lleva a lo siguiente.

Pero no todo el paisaje que pintas pertenece a esa etapa gris, en algunos cuadros predomina el color e incluso experimentas con técnicas muy diferentes.

Sí, exacto. Eso fue lo último que produzco en relación al paisaje y, de hecho, de ahí deriva lo que estoy haciendo ahora, podría decir que ese fue el principio. Como sabes casi todos los fondos que utilizo en mi pintura actual son diseños textiles. Personalmente, me apasionan las telas y creo que la tela cuenta mucho sobre las culturas. Eso lo aprendí en Marruecos. Y ese fue el principio, fue el nexo de unión entre ese paisaje donde utilizaba telas sobre el lienzo que ya introducían el color, y lo que hago ahora. Quizá una persona desde fuera no lo vea así de claro, pero yo sí que reconozco cómo ambos tipos de pintura forman parte del mismo proceso.

Ahora que has señalado la importancia de las telas y su diseño en tu obra, algo que me llama la atención de tus cuadros actuales es el uso tan simbólico que tienen los fondos y los estampados que utilizas.

Desde luego siempre me ha interesado mucho el tema del símbolo, la capacidad de contar historias a través de formas y objetos. Y de hecho me alegra que te hayas fijado en ello. Desde que empecé con el tema figurativo, esos cuadros que te contaba más oníricos y surrealistas –que todo hay que decirlo, es una pintura de la que a día de hoy no estoy contenta, quizá porque estaba empezando, y que considero una verdadera porquería- siempre he tenido muy presente la importancia de los fondos y su capacidad para contar historias. Podría decir que es en ellos donde yo misma voy dejando algunas pistas de lo que quiero decir con cada cuadro, a veces solo unas pinceladas, en otras visiones más cruentas, dejando siempre espacio a que cada uno interprete luego lo que quiera.

Maria Luisa Beneytez - Maasai magazine

En el repaso que estamos haciendo a tu pintura, en algún momento has relacionado los cambios en ella con los propios personales. ¿A qué te refieres?

Pues me refiero a algo que creo que le pasa a todo el mundo en realidad, y que sucede en la medida en que vas madurando como persona y tu visión de las cosas va cambiando. Tiene que ver con cómo afecta a la creación la madurez y las vivencias que tienes. Y en ese sentido, creo que toda experiencia que te haga cambiar como persona, se acaba volcando por fuerza en las cosas que haces.

¿Y cuáles son los factores que produjeron el cambio en tu forma de pintar?

Pues mira, tiene que ver con varios factores. Primero porque estaba un poco harta. Llega un momento en que te saturas de lo que estás haciendo. Llevaba mucho tiempo pintando e investigado sobre el paisaje, y me apetecía volver a la figura humana. En segundo lugar, también tuvo que ver el tema económico. Comencé a trabajar en papel porque no le sacaba rendimiento al hecho de llevarme tres o cuatro meses pintando un cuadro. En tercer lugar por una falta de tiempo. A mí me es imposible a día de hoy mantenerme exclusivamente de la pintura y tengo que compatibilizar mi carrera artística con otros trabajos, además de las responsabilidades familiares. Así que de alguna forma, se podría decir que tanto el formato como el cauce de expresión al que me he dirigido tiene que ver tanto con cuestiones propiamente artísticas como con otros condicionamientos que para nada tienen que ver con el arte pero que ejercen presión sobre ello tanto o más.

¿Y qué es lo que te llevó a doctorarte en Bellas Artes?

Yo me metí en el tema del doctorado porque un profesor me comió la cabeza y me dijo que tenía que dedicarme a la pintura sí o sí, que teniendo un doctorado me podía dedicar a la docencia y de esta forma iba a poder sacar más tiempo para dedicarme a la pintura. En fin, cosas de la inocencia de cuando uno tiene veinte años, porque siempre la realidad es muy diferente de lo que nos cuentan, y ese panorama tan idílico no sucedió. Sí es cierto que disfruté mucho el trabajo que hice en el doctorado, a pesar de ser un trabajo muy duro porque pintaba y trabajaba fuera, al mismo tiempo que investigaba. Además, quise concentrar todo el trabajo y escribir la tesis en un año. Podría decir que fue un año bastante bestia pero que también lo disfruté muchísimo. No obstante, tras ese año sí que tuve la sensación de quedarme un poco vacía porque vi que había muchas puertas cerradas, casi todas las que me contaron que tendría abiertas.

¿El tema de tu tesis es la mujer en la pintura?

Sí, la mujer como tema de representación en la pintura occidental.

Maria Luisa Beneytez - Maasai magazine

Si comparamos tu forma de pintar hoy con la del pasado, ¿qué las diferencia?

Pues que antes pintaba con miedo, ahora no. Es la única diferencia. Es cierto que gracias a los años, la experiencia, el manejo de la técnica y la depuración de los temas, cuando me pongo a pintar surge todo como más fluido. Pero es cierto que antes tenía miedo y ahora no.

¿Y a qué tenías miedo?

Pues tenía miedo a la opinión de los demás, a qué iban a pensar de lo que yo creaba. Tenía miedo a mí misma. Miedo en general. Tenía mucho miedo a expresar cómo soy yo en el fondo. Afortunadamente, fui madurando y perdiendo el miedo, y empecé a hacer lo que me daba la gana, porque total la única forma de expresar verdaderamente en libertad es siendo honesta contigo misma, así que de perdidos al río.

Nos has contado que tu pintura pasa del lienzo al papel. Se podría considerar que hoy en día la ilustración está viviendo un buen momento, y así lo demuestra el trabajo de ilustradores como Ricardo Cavolo, Paula Bonet, Irene Mala o Gorka Olmo, por citarte sólo algunos nombres. A pesar de ello, en muchas ocasiones se la sigue considerando la hermana pequeña de la pintura. ¿Cuál es tu opinión sobre esto?

Sí, es cierto que esto sigue generando cierto debate, pero pienso que es una tontería. Tengo la opinión de que da igual que pintes sobre una tabla, en un papel o sobre lienzo. Para mí, lo que realmente importa es lo que está expresado y cómo está expresado. Desde el punto de vista del valor artístico no comparto la diferente consideración entre la obra pintada en papel y la obra que se realiza en otro formato. Si comparto que el papel se deteriora antes, y en ese sentido condiciona a la obra, por supuesto. Pero la calidad artística de una obra no depende del formato. En mi opinión, depende de cuestiones de expresión y contenido más bien.

¿Y qué ilustradores destacarías, bien porque te gusta su trabajo o porque te hayan servido de influencia para tu obra?

Por ejemplo, me gusta mucho la ilustración norteamericana en general, desde los años cincuenta hasta ahora, y en particular el trabajo de artistas como James Jean, Marc Ryden, Andrew Wyeth o Alex Gross. De entre los españoles, destacaría el trabajo de Jonathan Notario, Sonia Pulido y mis queridísimas y amadas Irene Mala y Eva del Fraile. Pero, en realidad, no me fijo sólo en obras de ilustradores, cualquier disciplina artística puede ser una fuente de inspiración para mi obra, y en muchas ocasiones incluso otro tipo de productos culturales como la publicidad o el diseño.

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Es cierto que en ocasiones se ha asociado tu estética a la de los años cincuenta, y anteriores, norteamericanos.

Yo creo que fundamentalmente pasó cuando realicé la serie Pin ups que claramente estaba inspirada en ese icono norteamericano. Y luego, es cierto que la colección de piezas que he realizado para la exposición Just people junto a Sergio Pavón, sí que plantea un claro diálogo con la película Freaks de Tod Browning que es de los años treinta. Y desde luego, es cierto que es una estética que me gusta y que me parece muy elegante, como el flequillo que lleva ahora Alfonso [señala al editor de Maasåi], me gusta mucho ese cuidado en la forma sobre todo.

Tus últimas colecciones Pin ups, Just people y We are animals pertenecen ya a esa etapa de madurez. ¿Cómo las describirías?

Pues depende porque son proyectos bastante diferentes los unos de los otros. Por ejemplo, las piezas que componen Just people provocan cierta inquietud porque, de hecho, cuentan la historia de personas que fueron rechazadas y humilladas. Son historias bastante tristes. En We are animals creo que sucede justo lo contrario, hay un acercamiento a la naturaleza, no está presente esa tristeza, es más bien un acto de engrandecimiento. En esa serie lo que me interesaba era ensalzar el comportamiento animal, identificando la figura humana con él, para que de esa relación de semejanza surgiera la empatía y un sentimiento casi de protección. Y el tema de las Pin ups era más bien una cuestión de lucha y de oposición a hacer lo que otros te dicen.

Mientras me hablabas de estas tres últimas colecciones, pensaba que quizá el elemento común en ellas es una cierta mirada nostálgica hacia ciertos valores y su necesidad de recuperarlos: como la dignidad, independientemente de cómo seas; nuestra parte animal, que tenemos muy olvidada y oculta; o la necesidad de una actitud de lucha frente al mundo.

Pues muchas gracias, la verdad es que me parece muy acertado esto que dices. Fíjate, además eso lo he aprendido de una persona a la que también mencionó María Melero en otra entrevista para Maasåi. Esa persona es Cristina Galeote, y en ese sentido he aprendido mucho de ella. Cristina es una persona muy salvaje, es una mujer que dice una cosa que me parece súper bonita y muy cierta que es “hay que dormir cuando se tiene sueño y hay que comer cuando se tiene hambre”. Creo que estamos muy marcados por formas de ser y formas de vivir, formas de parecer y de comportarnos, que estamos excesivamente guiados por horarios, y me parece fundamental que ante este panorama se reivindique el dejarse llevar.

¿Hasta qué punto crees que reconocer estas cosas puede generar incomodidad?

El caso es que para mí no se trata de incomodidad, para mí es fundamental reconocer que estamos hechos de defectos y virtudes. El que no quiera verlo que no lo vea. Pero si nosotros no nos aceptamos como somos, en lo bueno y en lo malo, no podremos aceptar nunca a los demás. Creo que mejorar como personas pasa necesariamente por el reconocimiento de nuestros defectos, y esto me parece fundamental e inevitable.

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¿Se podría decir entonces que en tu pintura hay una declaración de tu forma de ser?

Si la hay, desde luego no es de forma premeditada. En realidad, yo suelo dibujar por impulsos. Me surge una idea en la cabeza, en muchas ocasiones pensamientos o ideas que tengo, pero que no parten de una necesidad de posicionarme frente al mundo de una forma determinada. No obstante, sí pienso que todo el mundo deja un rastro, por muy pequeño que sea, en las cosas que hace, incluso aunque no lo quiera dejar ver. Además, esto es muy curioso porque, cuando conoces en profundidad a una persona que crea, eres capaz de establecer conexiones entre detalles de la persona con los de la obra. Y en mi pintura, en concreto, por supuesto que existen esas conexiones, y en muchas ocasiones parten de anécdotas o episodios de mi vida que los acabo trasladando al papel con una historia que yo creo y me invento. Por ejemplo, si hoy discuto contigo o tengo una mala experiencia, igual llego a mi casa y dibujo un bolígrafo ardiendo.

¿Acabarás pintando hoy un bolígrafo ardiendo?

No [Se ríe]. Bueno o eso espero, pero de momento no.

Por lo que me has contado hasta ahora, la pintura para ti se podría definir como un acto de honestidad. ¿Se puede pintar de otra forma?

Si no hay honestidad, es muy difícil que se dé el arte. Es más, cuando un artista no es honesto, se nota mucho. Creo que hay que ser honestos en la vida en general. No obstante, pienso que luego el artista que enfrenta su obra con honestidad es el que sale peor parado, y que los malos, es decir los que se esconden tras artilugios y modas, son los que triunfan siempre. En cualquier caso, creo que si no eres sincero contigo mismo a la hora de crear, nunca lo puedes ser con los demás. Si pierdes tu posicionamiento ante la vida, creas una obra que no va a mostrar ninguna inquietud o angustia vital, que no va a reflejar cómo está pasando el mundo a través de ti. A mí eso me parece una manera de matar al arte. De todas formas, también tiene que ver con la forma en la que uno entienda el arte y la vida, todo esto es bastante relativo y hay de todo, como siempre.

Virginia Woolf en la década de los años veinte del siglo pasado decía que para que una mujer pudiera crear necesitaba dos cosas fundamentales: independencia económica y un espacio propio. ¿Han cambiado mucho las cosas un siglo más tarde?

Virginia Woolf era una adelantada a su época. Tanto ella como Betty Friedan, autora de un ensayo fantástico sobre el papel de la mujer que en los años cincuenta tiene que volver a su hogar tras luchar por su independencia, han sido unas adelantadas a su época, y han tenido una capacidad de visión muy por encima de la del resto de personas. En relación a lo que citas, pienso que han cambiado ciertas cosas pero que hay otras muchas que no. Considero que sigue habiendo tendencias o dinámicas que intentan atrapar de nuevo a la mujer, y a veces también al hombre porque no todo se puede reducir a una cuestión de género, en una espiral donde es muy difícil desarrollar carreras profesionales y atender el resto de asuntos de una vida. Está claro que la independencia a todos los niveles debería ser una condición fundamental en cualquier faceta de nuestra vida, más aún en la creación, y por supuesto tener un espacio propio.

Pero intuyo que lograr esa independencia tiene que ser difícil, sobre todo la económica teniendo en cuenta los tiempos que vivimos.

Desde luego. Pero el placer de seguir creando siempre está por encima, y te buscas los recursos como sea y muy dignamente. Yo llevo muchos años trabajando en mil cosas diferentes y ganando un sueldo mísero, pero lo importante para mí es que me da para seguir creando y seguir avanzando, y la verdad es que me siento afortunada y contenta. Es cierto que me encantaría tener el desahogo económico suficiente para no estar todos los meses acojonada con que no llego a fin de mes. Y me encantaría que la pintura me diera para vivir, pero si no, tampoco va a impedir que yo siga creando.

María Luisa Beneytez - Maasai Magazine

Casi toda tu obra ha sido proyectada desde Sevilla, ¿cómo describirías la dinámica expositiva de esta ciudad?

Supongo que el problema de Sevilla, e intuyo e incluso afirmo que es una realidad en cualquier otra ciudad, es que tienes que ir haciéndote de una red de contactos que son tan fundamentales o más que tu propia obra. Si no tienes eso, no tienes nada.

¿Y qué sería necesario cambiar en la manera de gestionar el arte en esta ciudad?

Sin duda, yo cambiaría lo público del tirón. Básicamente, creo que necesita un cambio desde que empezó. Creo que se podrían aprovechar muchísimo mejor los espacios con los que cuenta. No hay un espacio interesante de arte contemporáneo, ya que las exposiciones con las que cuentan los existentes son muy pocas. No se da proyección a los artistas andaluces, y mucho menos a los locales, o siempre se da cabida a los mismos artistas. Y bueno, preferiría no hablar de las exposiciones sustentadas por el ayuntamiento. Creo que desde las instituciones locales se está apoyando un tipo de arte muy marcado por los estereotipos en un momento en que se están haciendo muchísimas más cosas interesantes. Y de estas cosas interesantes es una muestra la cantidad de espacios alternativos que hay como Magnética o Delimbo, por citarte dos ejemplos, que dan cabida a que gente muy interesante muestre sus trabajos.

De hecho, en ocasiones creadores de fuera de Sevilla han criticado la gestión y la promoción del arte en esta ciudad por su conservadurismo, ¿cuál es tu opinión al respecto?

Es que no dejan que lo contemporáneo salga a luz. Hay como un submundo en el que estamos muchos, y ya no hablo de mí, pero pienso que ahí hay artistas de un valor enorme que por sistema quedan fuera de un circuito cerrado formado por personas que se reparten casi todas las exposiciones institucionales. Y eso es algo que no entiendo, sobre todo porque hay gente muy valiosa a la que no se le da oportunidad de exponer en sitios importantes. Y la verdad es que no sé qué es lo que hay que hacer para que puedan llegar a entrar en ese círculo y acceder a los mimos privilegios.

Y sin embargo, tú sueles llegar a bastante público, y eso es evidente para cualquiera que haya asistido a una de tus últimas inauguraciones.

Creo que desde ese arte más institucionalizado se ha impuesto como una especie de pared, y aunque no todo lo que se hace desde ahí es aburrido y se producen cosas interesantes, es cierto que hay mucha monotonía. La gente corre el riesgo de cansarse, de ver siempre lo mismo, y hay personas que se dirigen a otros espacios a buscar algo más, otra cosa. Como artistas deberíamos tener en cuenta maneras de conectar con un público más diverso, tener a la sociedad, y no sólo a una parte de ella, más presente.

María Luisa Beneytez - Maasai MagazineEn ese sentido, sí que has ido un poco por libre en tu carrera.

Totalmente. Además, creo que estoy un poco gafada y tengo la sensación de ir siempre a la contra de lo que está de moda en cada momento. Cuando yo pintaba paisaje, nadie lo hacia ni se valoraba. Ahora, de repente, parece que es uno de los temas predilectos. Cuando he colocado a la mujer como el centro de mi obra, que si soy muy pesada porque se me asocia a un discurso feminista que está muy manido. Pero bueno, son cosas que tengo bastante asumidas y que, desde luego, no vivo como problemas.

¿Ha tenido un precio el hecho de ir por libre?

Pues sí. Mucho trabajo y muchos sinsabores. De todas maneras, me gustaría aclarar algo. Las modas en el arte son efímeras y lo que es realmente bueno, finalmente, será lo que vaya a permanecer. Siempre llega un momento en el que todo ese esfuerzo y esos sinsabores, en el que la honestidad y la cabezonería de intentar seguir tu camino a cualquier precio, tiene sus frutos.

Según tu opinión, ¿qué haría falta para romper con estas dinámicas que estamos comentando tan instauradas en el mundo de la pintura?

Para mí la educación es una pieza clave en todo esto. La educación de las personas me refiero, desde que son pequeñas. De verdad que creo que es posible llegar a otra visión a partir de educar a las personas en otra relación con el arte. Y eso pasa por fomentar desde lo público otro tipo de eventos, en todas las disciplinas artísticas desde la pintura a la literatura, salir un poco de la institucionalización de lo expositivo que sólo alimenta a ese mundo aparte de solo unos pocos del que te hablaba. Fomentar la cultura en la gente, poder ofrecer otras alternativas de ocio, que el arte vuelva a formar parte de las actividades en las que las personas desean pasar su tiempo libre. Para ello, creo que habría que conectar de nuevo al arte con la inteligencia, la cultura y los sentimientos, y promover en la gente el valor de estas cuestiones. Y todo esto, desde luego, posibilitaría una consideración del arte más diversa y, sobre todo, menos elitista.

Tu misma trabajas como educadora con niños. ¿Es posible desarrollar iniciativas encaminadas a lo que me cuentas en edades tempranas?

Sí, totalmente. De hecho, ya desde el mismo ámbito familiar se podría hacer. Yo tengo un amigo cuyos hijos no pueden estar mejor educados culturalmente. Y ha sido una apuesta personal de él para que las diferentes manifestaciones artísticas no les fueran ajenas a ninguno de ellos, desde llevarlos a conciertos o exposiciones a regalarle libros que les fueran atractivos. Pero claro, esto supone siempre un esfuerzo y una apuesta personal, cuando otras opciones son mucho más fáciles y sencillas.

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En cualquier caso, a pesar de las dificultades y características del circuito artístico sevillano, es cierto que has podido hacerte un hueco en él. ¿Qué papel han jugado en ello la aparición de espacios expositivos alternativos?

Pues muy importante. Afortunadamente, tanto expositores como artistas nos hemos dado cuenta de que si tienes que seguir la estela de lo oficial, no haces nada. Desde luego, por algún lado teníamos que encontrar salida. Y es cierto, que en ese sentido ha sido muy importante la aparición de nuevos espacios y bastantes proyectos interesantes en la ciudad a los que es difícil decir que no. Por ejemplo, un valor que yo creo que tienen sitios que están empezando, o que son menos conocidos, o que están fuera del circuito mayoritario, como quieras llamarlos, es que a veces te permiten trabajar con mayor libertad.

Y entonces, si viniera alguien de fuera a Sevilla, que no conociera nada, y te preguntara dónde puede ver exposiciones interesantes, ¿dónde lo mandarías?

Pues afortunadamente, como te digo, ahora hay un montón de sitios. Yo le haría un tour, y además se lo haría en inglés y así practico [Se ríe]. Por ejemplo, seguro lo traería aquí a Magnética, al Espacio California, a Delimbo, por supuesto, y también a la Red House y al No-Lugar. También a LAB que de vez en cuando ofrecen exposiciones interesantes, a la Galería Roja, a El Gato en Bicicleta o El Butrón. Yo que sé… es que hay un montón de sitios. Incluso a las más oficiales también, como a Rafael Ortiz, Birimbao o La Caja China. Yo intentaría seleccionar entre todo esos espacios intentando mostrar la diversidad tan grande de manifestaciones que en realidad se dan en esta ciudad. El problema de Sevilla, o del mundo del arte en Sevilla, es que a veces tengo la impresión como si estuviera dividida en submundos. Cada persona parece asociarse a unos espacios con unos artistas, y hay mucha dificultad para que se comuniquen con otros. Por supuesto, al fin y al cabo, Sevilla no es una ciudad tan grande y los que nos dedicamos a esto no somos tantos y todos nos conocemos, pero creo que hay mucha resistencia a entrar espacios que no son el nuestro y acercarse a otros trabajos, y establecer conexiones con otro tipo de gente. Y eso, evidentemente, acaba afectado al público y lo acaba maleducando, acaba repitiendo los mismos comportamientos, y es a quien sobre todo tenemos que cuidar.

Y de la escena artística local, ¿qué artistas le recomendarías?

Pues la verdad es que esa pregunta es bastante cabrona [Se ríe]. Y no tanto porque no sea capaz de reconocer mis debilidades, que más o menos las he ido manifestando, sino porque creo que ahora mismo hay tanta gente buena a mi alrededor, con la que estoy compartiendo espacios expositivos en estos momentos, gente a la que admiro y le tengo verdadero cariño, que si no te contesto nombres concretos es por miedo a dejarme alguno atrás porque realmente son muchos.

Para ir acabando, ¿cuál es el proyecto que tienes ahora entre manos?

Pues es un nuevo proyecto que no se va a exponer en un sitio que sea exclusivamente expositivo. Se trata de una tienda de ropa. El proyecto consiste en un capricho que quería hacer desde hace bastante tiempo. Trata sobre personajes malvados, del cine de los setenta estadounidense, aunque también inspirado en imágenes de presidiarias de los años sesenta. Son unos dibujos que tenía en mente, que proceden de diferentes fuentes como te digo, y que tenía muchas ganas de hacer sobre todo por divertirme. Se podría decir que es un microproyecto, además de obra en pequeño formato. Y una vez que acabe con esto, me quiero sentar y relajarme un poco para centrarme, pero sí que tengo varias ideas. Entre ellas, tengo pendiente un texto literario que quiero revisar y, si de verdad es lo que yo espero, me gustaría hacer un proyecto con él. Y después tengo otras cosas pendientes en colaboración con otras personas a las que estoy esperando que me contesten.

María Luisa Beneytez - Maasai Magazine

¿Y se vende arte en Sevilla, María Luisa?

Depende. Desde luego no se vende de la manera que puede pensar mucha gente. Es decir, no suelo vender a gente que llega y te suelta el dinero al contado y se lleve la obra a su casa. Yo sobre todo vendo a plazos. Y si te digo la verdad, al final es una forma que agradezco mucho porque es muy satisfactoria. Normalmente, se trata de personas que no tienen un poder adquisitivo alto pero que les gusta tu obra y quieren hacer el esfuerzo de tener algo tuyo. Sientes que en ese esfuerzo hay un valor añadido y un cariño extra a tu trabajo. Para mí desde luego es algo bastante grande. Desde luego, no hay que olvidar que una pieza de arte es un artículo de lujo. Uno no se compra un cuadro como el que compra una bolsa de patatas, pero de alguna forma también nos podemos educar para hacer un hueco al arte en nuestras vidas diarias y valorar el que esté presente en ellas, pero para ello también hay que hacerlo accesible a las personas.

Podéis encontrar su trabajo en:

María Luisa Beneytez

Por Dani López García // Fotos: Rafa Tovar

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