Manuel Burque, «Soy un tipo con mala suerte»

Texto: Henar Álvarez // Fotos: Marta Huguet

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Dicen que la actitud que uno toma ante la vida influye en los hechos que le suceden, pero no es verdad. Manuel Burque es un ejemplo. Sus éxitos, primero en teatro luego en cine, no le han ayudado a desenquistar el pesimismo tan característico de su personalidad. Aunque Borja, el personaje protagonista de ‘Requisitos para ser una persona normal’, le ha traído la popularidad y su primera nominación a un Goya; Burque lleva desde los veinte años dirigiendo teatro, siendo cómico, escribiendo guiones para Telecinco Cinema y maldiciendo su suerte. Ser pelirrojo debe marcar.

Cuando empezaste Comunicación Audiovisual, ¿a qué querías dedicarte?

Yo quería dirigir, lo cual era un error. Comunicación tiene pocas asignaturas de cine: Una de montaje – bastante interesante -, otra de análisis cinematográfico, guión y también recuerdo realización, pero no teníamos los medios adecuados. Te estoy hablando del año 98. Desanimaba mucho hacer cosas, te sentías desorientado y yo no tuve valor para meterme en una escuela de cine o empezar a hacer cortos como un animal en la universidad, así que ingresé en un grupo de teatro que se llamaba La máscara en la Pontificia de Salamanca, que era en la que yo estudiaba. Ingresé como actor, para ver como era aquello de actuar. Creo que, como yo, mucha gente cuando piensa en dedicarse a esto lo hacen de una manera romántica. Ven que las películas molan mucho y que quieren participar en eso aunque no sepan cómo. Es muy cómodo hacer una carrera, que tiene salida y tranquiliza a tus padres, y tú mismo te ves en el camino para hacer eso que quieres, aunque lo que hay que hacer es remangarse y ponerse. Con 18 años eso no lo sabes.

A mi padre le gusta mucho el cine clásico y a mí también. Aparte de ver cine no había hecho nada. Era un poco cobarde, tenía miedo a hacerlo mal. Actué en varias obras de teatro durante el segundo curso de universidad hasta que me decidí, en tercero, a proponer dirigir Clerks. Como lo que yo quería era hacer cine, buscaba la manera de dirigir sin tener que remangarme demasiado, sin tener que sufrir, así que propuse adaptar una peli. Hice Clerks y al año siguiente Balas sobre Broadway. Hacer cortos era muy sufrido. Me convencí de que me gustaba el teatro y me vine a Madrid a estudiar interpretación.

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¿Escribías tú mismo las adaptaciones?

Sí, yo las escribía.

¿Y realmente pensabas que era más sencillo hacer teatro que cine?

No más fácil, sino más materializable. En la universidad había una sala de montaje pero los ordenadores tenían 16Gb cada uno, así que montabas 10 minutos y se te quedaba colgado. Los renders y los procesos de montaje eran muy complicados, esto sumado al miedo de hacerlo mal me impedía hacer cine. Yo quería hacerlo realmente bien, sentirme un genio, estaba en la edad. Es como en Whiplash, el personaje de Miles Teller no sólo quiere tocar la batería, quiere ser Charlie Parker. Cuando yo era adolescente quería ser Kubrick pero no puedes querer eso, tienes que querer contar cosas. Cuando tienes la idea de querer ser alguien que no eres, todo el rato tienes miedo de no serlo y huyes. Lo factible era hacer teatro. En mi interior había una lucha emocional y otra intelectual. La intelectual es que yo pensaba que la dirección no se podía aprender, la emocional volvía de nuevo a tener que ver con el miedo. Decidí hacer cursos de todo: de guión, de dirección de foto, interpretación, escenografía en la RESAD, algún curso de dirección, hice de ayudante de dirección en una obra de Juan Pastor que además era nuestro profesor…

Seguí adaptando pelis y la siguiente que decidí hacer fue El apartamento. Nos dieron una subvención de 6000€ y se me vino el mundo encima porque creía que era mucho dinero cuando en realidad no era nada. Cuando estábamos a punto de estrenar nos llegó un aviso de la SGAE y allí descubrí el mundo de los derechos de autor. No habíamos contemplado que necesitábamos los derechos de la obra, pero llegamos a un acuerdo con ellos y conseguimos estrenar. La primera actuación fue un desastre porque quedó larguísima, poco a poco la fuimos depurando y aprendí que las cosas hay que ponerlas en marcha, equivocarse y corregirlas para que realmente queden bien. Sin embargo, se me hizo muy duro y ya no quise volver a adaptar ninguna peli por el tema de los derechos. Fue ahí cuando dije “pues voy a escribir mi propia obra de teatro”. Así no tendría que rendirle cuentas a nadie.

Paralelamente con Fran Araujo, uno de los guionistas con los que trabajo, comenzamos a escribir mi primer corto que tardamos tres años en poner en marcha. Se llamaba 5 días de septiembre y ganó algunos premios. A la vez hice de cuentacuentos con Eva Redondo y la editorial Everest en Castilla y León por colegios e institutos. Es de los más duro que he hecho, los niños agotan mucho, pero creo que es lo que más me ha ayudado como actor. Improvisábamos mucho, nos escuchábamos y aprendimos a salir de todas las situaciones. En los descansos en las pensiones y hostales, y de verdad que estábamos agotados, me puse a escribir mi obra de teatro. Se llamaba Esperando al ruso y estaba realmente decidido a montarla. Cuando acabé miré en un página web de concursos de teatro y vi que el Enrique Llovet de Málaga tenía un premio suculento. Lo mandé sólo a ese y me olvidé. Empezamos a montar la obra en un local en Puerta del Ángel en Madrid. De repente, recibí una llamada y me dijeron que gané el Llovet. Gracias a eso empecé a escribir. Me sentía cómodo con la aprobación de los demás y que reconocieran que mi trabajo era bueno. Además del premio me ofrecían 1700€ para montarla. Ya había aprendido que aquello no era dinero para montar una obra de teatro y la rechazamos. Al poco me comunicaron que había habido un error y que a la cifra para montar la obra que me habían dado le faltaba un 0, pero no se podía arreglar. Los años anteriores siempre se había dado 17.000€. Eso fue una bofetada en la cara.

Creo que aquello lo hubiera cambiado todo. Además del montaje nos proponían una gira por Andalucía pero uno de los actores estaba cansado de los problemas y de tener que asumir, nuevamente, que no iba a cobrar. Yo también me había agotado y no tenía ganas de empezar de nuevo con otro actor. No volví a escribir teatro desde entonces. Aquí tenía 25 años y te aseguro que hasta este momento no hice otra cosa que sufrir. Con 5 días de septiembre también lo pasamos muy mal. ¡Se borró tres veces del ordenador todo el trabajo que habíamos hecho! Soy un tipo con mala suerte.

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¿Y cómo empiezas a desarrollarte como guionista de largometraje?

Fran y yo empezamos a pensar en escribir un largo con la intención de dirigirlo. La novia de Fran, María Zapico, tenía la oportunidad de dejarnos una casa en Avilés y nos fuimos allí a escribirlo, queríamos encerrarnos para volcarnos en la escritura de la película. Nos enteramos que allí había un concurso de cortos que te pagaban el rodaje si estaba localizado en la ciudad. Lo pensamos en el bus de camino a Asturias, lo presentamos y ganamos.

Hicimos el corto y también ganamos varios festivales. Nuestro largo se llamaba New life, era ciencia ficción muy dura y no lo conseguimos llevar a cabo. Sin embargo, sí conseguimos un trabajo en un programa de una televisión local de la comunidad de Madrid, EsMadrid Tv, para hacer reportajes de 15 minutos de edificios arquitectónicos. Era de la productora de Colomo. Coincidimos con él y al tiempo nos llamó para escribir una serie sobre la catedral de Mallorca y detectives. Las ideas que le llevamos le gustaron mucho, así que cuando le ofrecieron en Telecinco adaptar Perdona si te llamo amor, la novela de Federico Moccia, quiso contar con nosotros. Él confía mucho en gente joven a la que considera creativa. Estuvimos meses currando con él haciendo una historia que, además, no nos pegaba a ninguno.

Mientras esperábamos para que se diera luz verde a este proyecto, nos llamaron también para escribir Vuelo IL8714, la película sobre el accidente aéreo de Spanair. Ya estaba hecho pero había que reescribirlo y les dábamos mucha confianza porque les gustaba lo que estábamos haciendo con Perdona si te llamo amor. Con esto se forja nuestra colaboración con Telecinco Cinema. Empezamos a escribir comedias para ellos y entramos en una madurez profesional muy interesante para nosotros. La verdad es que el trabajo de guionista en el cine es muy duro, los proyectos son siempre a largo plazo, tardan mucho en dar los ok definitivos y acaba siendo muchas veces tedioso y desesperante.

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Siempre has tenido bastante presencia en Twitter. Hace unos años, sobre el 2012, esta red social no era tan popular pero varios perfiles anónimos generaban mucha actividad. Algunos de los que sumaban miles de seguidores eran conocidos como tuitstars y tú formabas parte de aquel grupo.

Twitter me ayudó a explorar cosas en mi faceta cómica, aparte de conocer gente interesante y ayudarnos a promocionar espectáculos. Twitter me permitía trabajar solo en comedia y a hacer un humor muy bruto que es el que a mí me gusta. En ese momento no estaba estandarizado esto, había poca gente que fuéramos “graciosos”. Qué curioso esto de los tuitstars… Al final había un status similar al de la sociedad, había un sistema de jerarquías del que se podía haber sacado una analogía de la sociedad o, incluso, del instituto. Aprendí a practicar comedia. Creo que no era brillante como tuitero, tenía que lanzar muchos tuits para que alguno llamase especialmente la atención, pero había gente muy brillante. Se creó un ambiente muy bueno y fuimos los primeros en hacer un sarao invitando a gente a un espectáculo que tenía con Eva Redondo. Habíamos decidido hacer un tipo de comedia sin estructura, que no llevara nada. Como lo que hacíamos en el cuentacuentos pero con nuestro humor y para adultos. Con Álvaro Jiménez, otro de nuestros compañeros, decidimos hacer Sketchofrénicos, que consistía en sketches absurdos. A algunas obras invitábamos a tuitstars y funcionaba estupendamente.

Ahora Twitter se ha masificado muchísimo. Quienes destacan, destacan mucho más, pero todo pasa de moda muy rápido. A nivel de comedia creo que sí se puede vislumbrar que alguien tenga talento para escribir dentro de Twitter. También tengo que decir que me absorbía muchísimo, era un verdadero viciado. Todo lo que me rodeaba lo llevaba a Twitter. Esto tenía una cosa muy buena porque estaba muy atento, no se me pasaba nada. Dejé registrados pensamientos que funcionaban muy bien y eso me sirvió para desplegarlos y crear monólogos. Al final me cansé, abandoné a @CodyJarret y me convertí en @ManuelBurque.

De Sketchofrénicos, incluso, salió un piloto para la televisión que se llamaba El informe pimpollo que lo producimos gracias a Cruz Roja porque tenía un componente social que les venía bien a ellos. El humor era tipo Monty Python y era excesivamente artificial en algunas cosas, un humor absurdo, muy loco. Le dedicamos muchísimos esfuerzo y muchísimo cariño pero ahora te lo cuento como una anécdota. Eso es lo que pasa con los proyectos que se quedan en el aire. Felipe Pontón, el director editorial de Paramount Comedy en aquel momento, sí se llegó a interesar en El informe pimpollo. No pudo hacer nada con el programa pero nos metió a Eva y a mí en una serie de Paramount que se llamaba Ascensores y duró una temporada. No tuvo mucho éxito pero fue una gran experiencia. De repente me estaban llamando de actor y para hacer colaboraciones de cómico, como Antonio Castelo, con quien he trabajado en diferentes obras. Fue precisamente Felipe Pontón quien me animó a que escribiera un monólogo, le contesté que no era cómico, aunque acabé haciéndole caso. Cuando no quiero hacer algo digo que no pertenezco a esa profesión. Ahora ando diciendo que no soy actor.

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¿No quieres actuar?

Sí, sí que quiero actuar pero si niego ser actor estoy más protegido. Si lo hago mal es porque no soy actor.

¿Y cómo te llega la oportunidad de trabajar con Leticia Dolera en Requisitos para ser una persona normal?

Conocí a Borja Santaolalla que es amigo de Leticia. Ellos trabajaban en una webserie que dirigía él y escribía Leticia. Necesitaban un protagonista y me llamó a mí porque me había visto en varias cosas y le había gustado. La webserie era Bloguera en construcción. Nos lo pasamos muy bien porque yo improvisaba mucho y, además, me enseñaron a actuar para la cámara, que era algo que yo no había hecho antes. Tiempo después, Leticia me preguntó si conocía a algún actor que estuviera gordo porque lo necesitaba para su película y le dije que no. Ella me dijo que me lo había preguntado para ver si yo mismo me ofrecía. Me preguntó si estaría dispuesto a engordar 25 kg y, una vez más, de primeras, dije que no.

Me indicó que tendría que hacer una prueba y tal, y bueno, acabé asintiendo y pidiéndole que me dejara pensar sobre aquello. ¡Cómo iba a decir que no con lo cinéfilo que soy! Además, me estaban pidiendo transformarme en mi primer trabajo. Finalmente dije que sí, claro. Engordé solo 15kg, era imposible engordar 25 en tan poco tiempo. Leticia es muy buena directora de actores, me daba muchísima libertad y fui muy feliz durante el rodaje. Además, la historia me parecía muy bonita. Piensa que yo soy guionista y el guión me gustó desde el principio.

Efectivamente, eres guionista y casi siempre haces comedia. ¿Te gustaría hacer algún otro tipo de género?

Con lo que más disfruto es con los thrillers de género, el cine negro, el veneno… Por eso me vuelve loco, por ejemplo, Magical girl o el cine coreano, que me parece que tiene una creatividad y una frescura increíble. Además, en número, son una población parecida a la española, unos 40 millones de habitantes, lo que nos hace muy cercanos a nivel de industria. Allí la gente va a ver sus películas de manera masiva. Me gustan las películas que rompen las reglas y los personajes dan giros que no te esperas. Ahora estoy escribiendo uno pero está en fase muy temprana. Evidentemente, se me da muy bien la comedia pero a mí me gusta mucho más el thriller.

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A raiz de Requisitos para ser una persona normal tu carrera como actor y como cómico se ha disparado.

La verdad es que mi faceta de cómico y la de actor han crecido de manera paralela. Justo a la vez que Requisitos entre en A vivir que son dos días en la Cadena Ser y en el programa de Castelo, Antonio Castelo domina el mundo. En este hago un personaje que me divierte mucho, el cómico racionalista, que me encanta y a parte del público creo que también. Con él hago comedia racionalista, cartesiana, lógica. Cuando se estrenó la película me llamaron de El club de la comedia, pero creo que fue más por el cómico racionalista, no por Requisitos. Ellos no sabían que tenía un monólogo, pero la realidad es que tenía Supermán también se toca, que lo llevo haciendo cada viernes y sábado desde hace dos años en La Escalera de Jacob, así que me sentí muy cómodo con aquello.

Lo que sí he hecho bien después de Requisitos ha sido buscar representante, lo podía haber hecho cuando estuve en el programa de Eva H, pero no lo hice. Miki Esparbé me presentó a la suya, Pilar González, y tuvimos un flechazo instantáneo. Hice un primer casting, algo muy duro, sobre todo porque empiezo en esto de hacer pruebas con 35 años. Hasta ahora la vida para mí era escribir en un despacho. Para Requisitos hice una prueba después de que la directora me lo pidiera, no es lo mismo. Iba con ventaja, de alguna manera. En el primer casting no me sentí muy bien, pero en el segundo sí y me cogieron. Es para la serie de Antena 3 basada en la película Perdiendo el norte, pero que se llamará Buscando el norte. Creo que por una vez he tenido suerte.

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