La Buena Estrella: «Fotografiar es como morirse, nadie puede hacerlo por ti»

Texto: Fran Roales // Fotos: María Artiaga / Agustín Hurtado

La buena estrella

María Artiaga y Agustín Hurtado, La Buena Estrella

La cámara de Agustín Hurtado nació del polvo de la carretera y del humo del tabaco que se fumaba en los bares de 1985. Aquellos garitos en los que se escupía sobre los periódicos que decían que España se europeizaba y que se abría la verja de Gibraltar. Las sombras del underground bullían en torno al ‘Amor de la Calle’, un bujío de moteros y rockeros de Santa Catalina, de tipos que escondían su pasado y un par de gramos dentro de su chaqueta de cuero y chicas con una moral más corta que la falda. Allí, de vez en cuando, Hurtado encerraba aquellas sombras disparando desde detrás de la barra. Ese arma se la pone en las manos Alberto García Alix. “Yo era un loco de las motos. Para mi, lo de hacer fotos era de gente de un bagaje intelectual diferente. Yo estaba más cercano al mundo de la música. Descubro a Alberto que era rockero, motorista, un tío cojonudo. Me intereso por sus fotos. Veo su trabajo en una revista que se llamaba ‘La Luna de Madrid’. No era entonces conocido ni famoso, pero me flipaba que un  tipo que iba con pantalones de cuero y una Harley pudiera exponer. Pensaba que había que ser un niño bien para eso. Me lo cambió todo. Me compro la cámara, aunque no tenía ni idea de que me iba a dedicar hacer fotos”.  

Año 1995. Desaparecen los tipos elegantes como los Stray Cats. Aparecen unos señores con rebecas de lana y odas a la angustia, a la calle de en medio. El camino de la escopeta en la boca de Cobain. Hurtado abandona todo aquello. Decide cerrar el garito que le mantiene la cartera llena y los pulmones colapsados. Acaba con la vida que conoce hasta ese momento. “No aguanto más una noche, no aguanto más acostarme a las ocho de la mañana. No aguanto más”. 

En aquella tormenta se agarra al manillar de la cámara. Comienza por la publicidad, por los catálogos. “A través de una relación que tengo con una actriz, comienzo a acercarme al mundo de las artes escénicas. Me atrae el hecho de que me permite tener un trabajo creativo. Sigue exigiéndome el oficio. Me encuentro en un mundo de gente profesional. Yo creo mucho en las relaciones profesionales. No me motiva el ‘artisteo’ fotográfico. Busco un sello personal de la fotografía dentro de una labor profesional. Que se reconozca al autor ante su trabajo. Eso lo pude ver muy claro. Lo ando buscando desde los 2000 y ese ámbito era un buen lugar para encontrarlo. Había una campo artístico en plena eclosión con las compañías y los actores que hoy son muy conocidos. Ganaba menos pasta que con los catálogos publicitarios. Hay fotógrafos muy importantes que se han ganado el respeto en ese campo, pero no era el mío, por mucho que pusiéramos a chicas desnudas con los bolsos”. La Sevilla cultural se dispara en torno a la Alameda de Hércules, donde los vecinos reclaman una identidad propia defendiendo los ladrillos que ahora sustituyen el antiguo albero. Ahora sólo se levanta el talento y las putas van compartiendo espacio con autores, con actores, con universitarios. Con locos. Se recupera una parte perdida de la ciudad.

Agustín Hurtado

Se abre el telón. Ya no se colocan los focos para hacer las fotos. Ahora, los focos están colocados para la escena. En un teatro sobre el que Hurtado dispara una, y otra, y otra vez. Ráfagas de realidad hacia una caja oscura. Ante su objetivo desfilan desde premios nacionales hasta compañías pequeñas. Desde las salas más minoritarias hasta los grandes espacios. “Encuentro un mundo especial. Es un camino. Quizás en otros caminos no supe encontrar la manera de comercialización. Aquí sí. Tenía el público y el mercado”. Duda en la descripción. Mira a la derecha. Allí se encuentra una tremenda melena pelirroja con la que desde hace unos años, comparte pasiones. María Artiaga tiene más de historiadora del Arte que de documentalista. Ella dice que tras una caótica búsqueda, ve por primera vez el trabajo de la fotógrafa neoyorkina Nan Goldin y descubre que, aún sintiéndose lejana a ese mundo, eso es lo que ella llama fotografía. En aquella tormenta, en la búsqueda de un modo de expresión, de una identidad creativa, ella… se agarra al manillar de la cámara. Las fotos de María son más frescas, de una generación diferente que busca su identidad llenando sus cuerpos de tatuajes y a través de la moda. Comienza a hacer retratos, mujeres sobretodo que ella considera elegantes. Hoy sigue buscando su toque, su manera de fotografiar y dice que seguirá siendo así siempre. “Siempre que voy a hacer un retrato me pongo nerviosa. La noche anterior no puedo dormir y cuando me planto ante la modelo siento un cosquilleo que nada más que me ha hecho sentir la fotografía. Es eso lo que me gusta en realidad”.

María Artiaga

Maria Artiaga

‘Mujeres’. Proyecto de María Artiaga

Agustín y María comienzan a recorrer un camino propio. Aprovechan todas las experiencias personales, como la de Sevilla Foto. “María me propuso la idea de llevar a las Redes Sociales el Festival. A mí aquello me sonaba a chino… web 2.0, redes, Youtube… no tenía ni idea. Comenzamos a hacer vídeos de los eventos, no sólo fotos, también abríamos blogs… En aquel momento no lo hacía nadie. Ella lo contaba de una manera un poco gratuita, pero entendí que se le podía vender a los festivales. Y de pronto, la empresa levanta el vuelo con eso. Se hizo en Sevilla Foto casi de manera gratuita, pero rápidamente esa muestra fue adoptada por todos los festivales de Sevilla. La empresa se especializa en eso”. Encuentra un nuevo horizonte, un espacio para su universo. Le gusta. Llega La Buena Estrella. Nace como proyecto compartido y como propósito de constancia. Como oficio. Dos caminan juntos. Su primer trabajo no sólo fue retratar a todas las compañías y obras que pasaron por el sevillano Teatro Lope de Vega cuando era más teatro. Cuando venía gente de teatro. Cuando teatro era lo que se representaba sobre las tablas y cuando lo que se aplaudía era… eso. De ahí también nació “Una temporada entre cajas”. Un documental que ahondaba en el alma que unía a todos los que compartieron ese espacio en una temporada mágica. “Todas las obras del Lope de Vega pasaron por delante nuestra”, añade Agustín. “Estaban todos. Fue un atrevimiento. No teníamos ni puñetera idea de lo que estábamos haciendo. Nuestro primer trabajo fue aquel documental, que trataba de explicar qué era el teatro nada más y nada menos. Aquí encuentro, en un momento en el que no me entendía con el oficio de la foto, una respuesta”.

Todo desemboca en un cambio de ciclo. El documental ‘Una temporada entre cajas’ significa un nuevo punto de partida. “Fue un cambio de dirección. Buscábamos un sello. Que fuese nuestro.” Agustín dice que cree ser constante, pero no en una sola dirección. “Soy más de búsqueda. Quizás para llegar a un sitio hay que caminar en una misma dirección. En este hueco de La Buena Estrella, encontramos un espacio, nuestro espacio. Comenzamos a hallar un sentido al trabajo. Hacemos lo que nos gusta, claro. Pero tenemos también la necesidad de ingresar. Somos pobres como las ratas y tenemos que ganar pasta todos los meses. Pero desde el momento en el que nos tomamos la empresa como algo que nos tiene que dar para vivir, le añadimos un punto fuerte de autor, en el que no hacemos cosas que no soportamos, hacemos cosas que  nos motivan. Puedes llegar a casa después de muchas horas de trabajo… pero nos gusta lo que hacemos. No tenemos pretensiones artísticas, pero nos conoce todo el mundo, y eso gusta”. 

Quizás sea esa especial sensibilidad la que les permite encontrar el sentido al mensaje que se desarrolla desde La Buena Estrella. María recuerda la respuesta del actor Carles Canut, “nos dijo que el Teatro era oficio, oficio, oficio. Si quieres hacer un proyecto, como con cualquier cosa, tienes que ser constante. Tienes que dedicarle horas y horas. Al contrario de lo que todo el mundo piensa, la fotografía es un arte totalmente lento. La gente tiene el concepto de que se trata de un arte instantáneo, pero no. Realmente, tienes que trabajar. No conozco ningún proyecto fotográfico al que no tengas que dedicarle menos de un par de años”. “Y en soledad”, añade Agustín, “es un arte en soledad absoluta. Lo de las personas que se van juntas a hacer fotos es… una aberración. Absolutamente. Nadie puede hacer fotos por nadie, ni compartir tu mirada. Es como morirte. Nadie puede morirse por ti, tienes que hacerlo tu solito”.

Agustín Hurtado

‘Sexo’. Proyecto de Agustín Hurtado realizado a finales de los 90 en una serie de locales liberales

Ráfagas Agustín Hurtado

‘Ráfagas’, proyecto de Agustín Hurtado en el Psiquiátrico Penitenciario de Sevilla

Hasta que la Cultura pierde sus cimientos. Hasta que las inversiones públicas y privadas desaparecen. Hasta que las buenas ideas comienzan a perder consistencia ante la ausencia de proyectos y la desaparición de las artes escénicas y de su industria auxiliar. Cuenta Artiaga: “Es como cuando ves una película de dibujos animados y el suelo comienza a desaparecer bajo tus pies. Teatros, festivales, grupos de música… nuestros principales clientes, comienzan a perder presupuestos. Los canales de Youtube de los festivales nos sirvieron de tarjeta de presentación para todos estos clientes. Habíamos dado en el clavo. Contratamos a más personal y pensábamos que la crisis no nos iba a afectar. Hasta que el suelo desapareció bajo nuestros pies. Una montaña rusa que nos ha dado pie a nuevos proyectos”. Ahora, La Buena Estrella camina en nuevos sentidos. Reinventándose una vez más. Apostando ahora por la locura del mundo de la ficción audiovisual. Sin saber cuál será el final del camino. Compartiéndolo con otros proyectos empresariales. Y mirando de reojo el mundo del documental.

La buena estrella

La buena estrella

Año 2013. Hace 12 años que Silvio ha muerto, y cada vez que le pregunto, Agustín lamenta no haber tenido una cámara a mano cuando era el road manager de ‘La Factoría’ de Pive Amador. Los carretes que no tiró a ‘Baldomero Torres y sus cuchillos afilados’ se han convertido en minutos de vídeo para grupos como ‘Los Labios’, el proyecto musical de un grande como Charlie Cepeda en el que ha incluido a Sammy Taylor,  el hijo de Silvio. Una carrera que se está levantando y que tiene como tarjeta de presentación ese vídeo grabado por Agustín y editado por María que suena y huele a rock and roll.

Año 2014. Acaban de terminar su cuarto ‘Mes de Danza’, otro proyecto al que han sabido aportarle “la comunicación y la documentación audiovisual”, dice María, que es la que se encarga de enjaretar las bobinas de la tarjeta de memoria de Hurtado en un repertorio de sensaciones, tejiendo la esencia de horas de grabación para mostrar al mundo un evento.

En este año surge además ‘La Buena Estrella Ficción’, una propuesta que trata de adentrarse en el mundo de la ficción a través de cortometrajes que firman, por ejemplo, talentos como Antonio Álamo. Ellos son los responsables de encapsular en 8 minutos dos días de grabación junto a la intuición del autor, que confía en la capacidad de esta productora para encuadrar, enfocar, grabar, editar, condensar, montar, pero sobre todo, sentir. Álamo sabe en quien confía. La edición de algunos teasers teatrales y videoclips, como el de ‘Chirigóticas’, se convirtió en un fenómeno viral. 50.000 reproducciones en un mes, descargas, versiones, enlaces colgados en las redes sociales…

En su archivo, Agustín tiene encerrados tesoros que sólo algún elegido puede ver. Entre ellos, ‘Rafagas’, un proyecto en el Psiquiátrico Penitenciario de Sevilla, en el que retrata a los últimos locos que permanecen encerrados en un centro de los dos que quedan en España. Otros trabajos no los ha visto nadie aún, como el que le mantuvo un par años en locales liberales. Dice que sólo salvaría cuatro fotos. Como de su vida personal. Pero de momento, no me deja verlas.

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