Happy

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“- Yo escucho lo que suene – dicen algunos. El Tote tiene ochenta y nueve problemas y ese no es uno”, decía Tote King en una canción muy buena que yo escuché porque quise, antes de que ese problema se convirtiera en el mío propio. En el número uno de mi Top Ochenta Y Nueve […]

“- Yo escucho lo que suene – dicen algunos. El Tote tiene ochenta y nueve problemas y ese no es uno”, decía Tote King en una canción muy buena que yo escuché porque quise, antes de que ese problema se convirtiera en el mío propio. En el número uno de mi Top Ochenta Y Nueve Problemas Aprox. Antes de que dejara atrás un excelente criterio musical adquirido durante años de investigación y desarrollo personal para dejar la banda sonora de mi vida en manos de los locutores de Kiss Fm, mientras el tocadiscos y el Spotify Premium me cogen polvo en un rincón.

Y si os cuento esto a vosotros es porque yo he venido aquí a hablar de cosas que dan vergüenza, a vosotros ajena y a mi normal. Si no para qué voy a usar este medio. Para qué voy a estar sola en mi casa en bragas bajo el aire acondicionado bebiéndome una Fanta con hielos pudiendo estar tomando un café templado en un bar con una falda corta y la silla chorreando sudor de mi culo hablando con alguien del CALOR QUE HACE.

Pero para entender realmente la gravedad del asunto y probar que esto no fue siempre así, hagamos un FLASHBACK al verano de 1997, cuando seguramente hacía el mismo calor que ahora, porque el verano era igual de verano, pero las vacaciones eran más vacaciones. En el mes de julio de ese verano yo descubrí algo que me ayudaría a formarme como persona, a tener criterio, a tener mi propio gusto musical: el “Middle of Nowhere” de los HANSON. Supongo que os sonará. ¿Portada naranja y amarilla? ¿Mmmbop? ¿No? ¿Tres niños rubios que parecían niñas? Bien. Escuchar por casualidad el single de este disco, buscar el nombre del grupo e ir a comprar el CD supuso tanto para mi que llamé a mi mejor amiga para contárselo. Ella desde Chipiona quizás no lo vio tan relevante pero yo sabía que ese hecho era importante y que con él estaba sembrando cosas. Yo ya quería elegir el CD que ponía, yo ya no quería seguir escuchando lo que sonara, había echado a andar yo sola por un camino de calidad regular en principio pero que iba a recorrerlo yo porque era mío. Yo ya podía y quería sentirme superior y mirar como mierdas al resto de niños de la clase que podían acabar cantando copla en Canal Sur o que podían acabar teniendo tres niños a los dieciséis pero que no creo que compraran discos.

Desde ese momento, toda mi vida ha girado en torno a los grupos que descubría, a las cintas que me grababan, a las canciones favoritas, a los mp3 gratis. He comprado casetes cuando no había CDs, CDs cuando ya los había y vinilos cuando ha tocado que se pongan de moda como toda persona medianamente moderna y un poco superior al español medio con gusto musical mediocre. Quiero decir, tengo vinilos de grupos instrumentales y una vez fui al Primavera.

Dani Blanc

© Dani Blanc

¿Cómo he llegado a este punto? ¿Qué caminos en la vida me han llevado a esto? ¿Cómo una persona que ha construido su colección personal de CDs con el Generation Next de Pepsi como base de todo ha llegado a escuchar hasta siete veces en un día a Melendi sin tener que acabar cogiendo un avión para partirle la cara? No tengo la explicación exacta del por qué, pero podemos seguir hablando de ello si queréis.

Todo empezó como un castigo que alguien mandó a mi trabajo en forma de RADIO. Vale que el silencio puede ser incómodo, pero una radio en manos de un grupo de personas que lo único que tienen en común es que pertenecen a ese grupo de personas es SATÁN. Al principio lo pasaba mal. Me dolían los oídos. Resoplaba en alto a cada nueva canción que anunciaba con alegría el locutor/animador de Canal Fiesta Radio. Quería dejar claro que yo no estaba a favor de escuchar aquello cada día durante ocho horas. Que no me representaba. Quería seguir mirando por encima del hombro a los niños de la clase. Pero ya no estábamos en la ESO y las ansias de molar se van debilitando. Te dejas llevar, acabas cogiendo el camino fácil sin darte cuenta. Entras en conflicto contigo mismo, pides a tu-yo-de-los-noventa que se pase por tu casa y te de dos hostias pero al final nunca viene y te haces mayor. Esas canciones de la radio las hacen a posta para que te gusten, así que al final te acaban entrando y se aprovechan de ti cual muchacho que te ve por el chat de bajón.

Los clientes entrando cantando el Happy, tú escuchando otra vez el Happy, los clientes comentando el calor que hace, tú midiendo las horas que te quedan allí en Happys. Tu compañero luchando para poner Canal Fiesta Radio, tú aprovechando para poner Radio 3 cuando se va al baño, el resto preguntando “¿¿eso que suena qué es?? “, tú dándote cuenta de que Radio 3 después de tres horas seguidas no hay quien lo aguante. Melendi, el Fito, el Happy, ah, esta es la de la Rihanna, esto no está tan mal, Rihanna se supone que mola un poco ¿NO? Hostia, Coldplay, a Chris Martin lo reventaba pero ahora mismo lo prefiero al Happy. Anda, la de Fito, esta me la sé. Esta me la sé. ESTA ME LA SÉ. A ver cuándo vuelven a poner la de Happy, esa es la del Pharrell, ¿no? La del anuncio del coche, vamos. ¿Y esta de quién es? Ah, pues no está mal, quiero decir, para la mierda que es, ¿eh? Que no está mal dentro de un contexto. ¿Cómo se llamaba? Prefiero Kiss Fm porque ponen los clásicos, ¿a quién no le gusta la famosa de U2 después de haber escuchado durante un mes cada diez minutos a El Arrebato? Pues mira, a mi hasta antes de volverme subnormal.

Luego te ves un domingo en casa cocinando sola y poniendo la Radio para ver qué ponen, por curiosidad. Un ratito solo, cuando pongan una muy chunga la quito y pongo el disco de… bueno, un disco de esos que daban vueltas que yo tenía, ya veré. ¿Dónde están? luego lo pongo, si la de Fito se va a terminar ya mismo, justo después de que rime AURORA CON COCA COLA.

Ojalá vinieran los Hanson a pegarme una patada en la boca.

Por Rosa Ponce // Ilustración: Dani Blanc

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