Alejandro Villén, «Este hombre no quiere ser artista»

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“Alejandro Villén, nacido en Málaga, ha sentido desde pequeño fascinación por todo lo relacionado con robots, monstruos y científicos locos, lo que le llevó a estudiar arquitectura, pero su lado sensato truncó su carrera y le convirtió en ilustrador profesional. Actualmente, acaricia un gato blanco en una base submarina frente a la costa malagueña, aunque […]

Alejandro Villén - Maasai Magazine

Alejandro Villén, nacido en Málaga, ha sentido desde pequeño fascinación por todo lo relacionado con robots, monstruos y científicos locos, lo que le llevó a estudiar arquitectura, pero su lado sensato truncó su carrera y le convirtió en ilustrador profesional. Actualmente, acaricia un gato blanco en una base submarina frente a la costa malagueña, aunque algunas veces abandona su refugio para impartir clases de ilustración en EADE”.

Eso es lo que se lee en el perfil que el propio Villén eligió para presentar ¡Oh! Málaga’ (Loving Books, 2011). ¿Se puede conversar en serio con alguien así? Al menos, se puede intentar. En la azotea del hostel Dulces Dreams, este agitador se muestra tranquilo, quizá por la calma de la soleada mañana dominical, o por la presencia de Juanje Infante, María Hesse y, en especial, María Corredera, fundadora de la editorial Loving Books junto a Villén -de ella partió el encantador lema del pequeño sello malagueño: “Queremos publicar libros bonitos realizados con mucho mimo y cariño”-.

La última vez que estuvimos juntos delante de una grabadora fue hace diez años, ¿qué ha cambiado en tu vida desde entonces?

Ya no soy barman por las noches, soy profesor universitario, tengo una editorial y cobro cuatro o cinco veces más por cada encargo como ilustrador, que es lo que me permite no ser barman.

¿Se puede vivir de ser ilustrador?

Yo sí, y si yo puedo creo que puede casi todo el mundo. Tampoco te haces rico, creo que eso se sabe.

Alejandro Villén - Maasai Magazine

¿En qué ha cambiado tu carrera?

Lo resumiría con trabajo. Lo que tengo es una cantidad ingente de trabajo hecho y publicado, sin ser el que más tiene del mundo. Y toda clase de trabajos: basura, libros con elfos y orcos, dibujos de Conan, cursos online, publicidad de empresas de transporte… Se trata de buscar clientes, clientes y clientes. Para saltar de nivel y tener mejor sueldo, hay que lograr nueva clientela y en diferentes sectores. Eso se logra poco a poco.

Antes de llegar a la lucha, ¿en qué ha cambiado tu forma de trabajar? ¿Sigues igual?

Qué va. Cuando comencé a trabajar de forma profesional realizaba trabajos en blanco y negro, y utilizaba plumilla, pincel, bote de tinta, lápiz y papel caballo. Compré un bote de tinta gigante, porque pensé que iba a usarlo mucho, y aún lo tengo en un cajón. Hace unos siete años que no trabajo con acabados tradicionales y unos tres que no dibujo nada a lápiz.

Ahora eres un hombre digital.

Trabajo con una tableta Wacom, y con los programas Painter y Photoshop. Estoy digitalizado al máximo. Pero creo que es una ventaja que comenzara con las técnicas clásicas, así uso estas nuevas herramientas de un modo diferente, y mis acabados no parecen digitales.

Alejandro Villén - Maasai Magazine

Pero sigues pegado al bolígrafo, ¿no? Porque siempre te veo con una libreta llena de dibujos.

Sí, la clave de un trabajo está en resolverlo, saber qué tienes que hacer. Tu técnica puede ser incluso mala, pero si planteas bien el dibujo vas por el buen camino. La forma más rápida de pensar es con un boli y una libreta, lo que sea menos parecido al acabado final, ir a lo básico.

Parece que el resultado final te da un poco igual, pese al buen acabado que caracteriza a todos tus trabajos.

Sí, le tengo más cariño a la idea. Pienso mucho en la idea, la técnica es importante, pero si la idea es mediocre también lo será el trabajo.

¿Y tu estilo? Bueno, si es que tienes uno propio.

Tengo un estilo de dibujo, pero lo uso muy poco. Mi forma de dibujar, cuando lo hago a mi rollo, ha ido evolucionando levemente, siempre por la influencia de los trabajos de encargo, pero nunca me ha gustado mucho. Siempre he estado obsesionado con los cambios de estilo, bajo la premisa de que cada trabajo requiere un estilo. Cuantos más voy coleccionando más feliz soy.

Parece que hables de máscaras tras las que te escondes.

No me gusta mucho lo que veo de la basura que llevo dentro. Tengo pendiente hacer algo con eso.

Alejandro Villén - Maasåi Magazine

© Alejandro Villén

 

Te he escuchado alguna vez que hablabas de ti como de un mercenario, ¿tu trabajo profesional como ilustrador es una lucha?

Es un juego, disfruto mucho.

A ti te encanta dibujar monstruos, robots, tanques, princesas…

Es el niño interior que todos llevamos dentro.

¿Lo usas?

Siempre. Esto es básicamente un juego. Si solo lo hiciera por dinero tendría otro trabajo. Lo hago porque es un juego y disfruto mucho. Muchos clientes piensan que me pasan un marrón cuando me piden lo que quieren, pero para mí son golosinas. Me dedico a esto porque me divierte.

¿Todos los trabajos los has disfrutado?

Cuando trabajaba en el rol con Dragones y Mazmorras no me gustaba, y decidí que tenía que salir de aquello; no podía dibujar orcos toda mi vida. Fui con pasitos de bebé. Intenté pasar a ser portadista, y lo logré. Intenté introducirme en prensa, y aquello sí fue un desastre. Y me di cuenta de que no había demasiados profesionales en Málaga y pude entrar por la puerta de lo académico. Comencé a dar clases en una escuela de diseño, y mis compañeros comenzaron a pasarme trabajos.

Así llegaste a la publicidad.

Y me encanta. Recuerdo haber visto el trabajo publicitario de algunos dibujantes, cuando miraba sus porfolios, y pensar “esto es lo mío”. A mí siempre me gustó la publicidad, sobre todo la estadounidense, que siempre ha sido muy de usar la ilustración. Mi paso por un estudio de ilustración para prensa también me ayudó a mejorar. Y poco a poco, trabajo a trabajo, fui cazando y cogiendo todo lo que me ofrecieron.

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© Alejandro Villén

 

¿No ambicionas exponer tu trabajo en alguna galería? ¿Sería eso, de algún modo, una reivindicación del lado artístico de tus trabajos profesionales?

¡No! En absoluto.

Pero alguna vez sí has expuesto.

Sí, un par de veces. Fueron compromisos, de cuando regresé a Málaga, y en algunas cosas bastantes ‘frikis’ que no pienso comentar. Y lo pasé bien. Pero no saqué nada en claro de aquello, no es mi campo. Lo mío es la ilustración con un fin; a mí me gusta la obra publicada. Incluso le tengo poco respeto a mis originales.

Tú nunca has dicho eso de ‘mamá, quiero ser artista’.

Aquí se han cargado la palabra artista, la destruyeron.

Eso pide una explicación.

Cuando yo comencé en esto, ser ilustrador no molaba nada, cero. ¡Yo lo ocultaba! Y ahora mola. Desde hace un tiempo, nadie dice que es artista, ahora la gente es ilustradora, pero siguen colgando sus dibujos en las paredes. Y esa no es la base del trabajo. Yo creo en la definición antigua: alguien que ilumina un texto. Lo del texto ya es caduco, pero nuestro trabajo sigue teniendo que acompañar algo. Como ilustrador siempre acompañas un contenido o una función, algo. ¿Colgarla en una pared? No.

Eso te irrita.

Me mata.

Alejandro Villén - Maasai Magazine

Has prosperado como ilustrador, tanto de tus propios libros como para agencias de publicidad, y lo has hecho desde Málaga, que para cuando regresaste de estudiar en Sevilla era un erial en el campo de la ilustración. ¿Hay muchos profesionales en la ciudad?

Antes había muy pocos. Ahora, que yo conozca hay unos cuarenta y tantos, y me muevo por círculos limitados.

Muchos de ellos han sido motivados por ti, ya sea por tu impulso para la creación de la Asociación de Ilustradores Profesionales de Andalucía, por tus charlas, por tu labor como profesor, o por encargos de tu editorial. ¿Qué necesidad tenías de ser un agitador de la ilustración?

No me lo planteé, pero sí tengo un plan de dominación mundial. Y eso todo el mundo lo sabe, yo lo he declarado públicamente más de una vez: quiero ser el ilustrador oficial de Málaga (risas).

María: La Escuela de Arte San Telmo ha hecho mucho por esto.

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Quien habla es María Corredera, fundadora con Alejandro de la editorial Loving Books, e ilustradora del recientemente publicado ‘¡Oh! Granada’ (Palabrota, 2014). A partir de este momento la conversación se abre, y es natural, porque con Alejandro Villén casi nada es tan sencillo como pueda parecer -este juicio se puede aplicar a su trabajo, de una aparente sencillez y naturalidad, pero tras el que se esconde una enorme cantidad de trabajo y reflexión-.

Alejandro: Cuando estás en esto, salvo que seas un hijo de puta, quieres que haya más gente trabajando, que haya un mercado.

María Hesse: Para mí Alejandro ha sido muy importante. Él fue un detonante. En una de esas charlas estaba yo, y Alejandro me abrió lo ojos, me dio una visión muy profesional de la ilustración. Me abrió puertas. Quizá él no sea consciente, pero él es muy motivador.

Alejandro: Te regañé en público, delante de tus compañeros.

María Hesse: Fue muy duro conmigo.

Alejandro: Aquella charla me la curré porque me pagaron.

Juanje Infante: Sí, yo vengo de allí (Escuela de Arte de San Telmo). Yo también estaba en esa misma charla. Yo vi entonces que había posibilidades. De repente, descubrimos que en Málaga era posible. Siempre te decían que tenías que irte fuera.

Alejandro Villén - Maasai Magazine

Se puede decir que Málaga vive un boom en el campo de la ilustración profesional, ¿no?

Alejandro: Yo siempre he creído que en Málaga hay núcleo, desde grafiteros a dibujantes de prensa, ilustradores de toda clase. Y aquí la gente trabaja mucho y muy duro.

María Corredera: La apuesta por el turismo cultural también ha ayudado.

Alejandro: Es un ‘Sí, se puede’.

Juanje: Yo siempre creí que me tenía que ir fuera. Pero si te lo curras aquí se puede hacer algo, hay movimiento.

Mucho de ese movimiento tiene que ver con vuestra editorial, Loving Books, con un libro como ‘Oh Málaga’ y sus casi 6.000 ejemplares vendidos, además de por otros proyectos en los que habéis embarcado a más de una docena de ilustradores. ¿De quién fue la idea?

Alejandro: La idea fue de María.

María Corredera: Estábamos desesperados porque no teníamos trabajo. Pensamos en presentar un proyecto a alguna editorial. Fuimos a una bastante grande y aún tengo un recuerdo pesadillesco de aquello. Salimos de allí y echamos cuentas sobre si publicarlo nosotros. Nos apuntamos al Proyecto Lunar y comenzamos. Alejandro inició lo que acabó siendo el ‘¡Oh! Málaga’ y yo otro libro en plan ‘¿Dónde esta Wally?’, que está en un cajón, ¡y es mejor que nadie lo vea! (risas)

Alejandro: Con un solo libro no íbamos a ningún sitio, y por eso publicamos más y más.

María Corredera: Intentamos que los libros no sean cutres y churretosos, porque en el mundo de la auto edición hay cosas que dan miedo.

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Aplicáis criterios editoriales y maneras profesionales, ¿pero de dónde sacáis a los ilustradores?

Alejandro: Un dibujante normal con un director artístico puede hacer virguerias. Y los dibujantes vienen de todas partes: novatos, veteranos… Solo había que unirlos y dirigirlos. Por ejemplo, con Juanje he repetido por diversión, haz cosas divertidas con gente divertida para que la gente se divierta. Y dibuja mejor que yo a su edad.

¿Y cuál es el límite de Loving Books?

Alejandro: Ya tenemos el libro del 2015.

María Corredera: Y para mí es muy especial.

Alejandro: Y no solo hacemos y haremos libros, y no solo para el ámbito local. Con un buen equipo se puede hacer cualquier cosa si tienes confianza y confías en la gente.

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¿Cómo ha surgido este cambio en la escena malagueña? De un páramo, hemos pasado a dibujantes reconocidos a nivel nacional y con jóvenes editoriales de cierta pujanza.

Alejandro: Todos estamos auto-engañados y creemos que se pueden hacer cosas. Antes no teníamos referentes de qué se podía conseguir. Ahora das una vuelta por Málaga y ves cosas: murales de Lalone, exposiciones de Lafont, nuestros libros en las librerías…

Juanje: ¡Yo estoy engañado!

María Corredera: Pero esto también sucede en otros lugares.

¿Te veías así hace diez años?

Alejandro: Hace diez años yo esto no lo veía.

¿Eres optimista con el futuro?

Alejandro: Todo el rato. ¡Alejandro y el optimismo! Si no lo eres, ¿por qué hacer algo?

Por José Luis García // Fotos: Miguel Jiménez

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