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Mane Cisneros es la capitana de esta odisea para soñadores que es el Festival Africano de Tarifa (FCAT) que se enfrenta este año, en su treceava edición, a la aventura de hacerlo transfronterizo por primera vez y vuelve a Tarifa después de cuatro año de periplo en Córdoba. Del 26 de mayo al 4 de junio una programación cinematográfica que abarca setenta y seis títulos, proyectada en dos continentes, dos culturas, cuatro lenguas y dos ciudades, Tarifa y Tánger para recordarnos lo que nos une.

No hay nada más que echar un vistazo a tu trayectoria para entender que fundar el FCAT (Festival de Cine Africano de Tarifa) haya sido uno de los posibles de la vida de Mane Cisneros (Mane es Licenciada en Etnología y en Geografía e Historia, Máster en Antropología Cultural por nombrar algunos de sus hitos profesionales). Cuéntanos qué te lleva a poner en marcha FCAT en el 2003.

Monté este festival de cine con una clara intención de poder ofrecer conocimiento a través de la imagen. He estado muchos años viviendo fuera de España, cuando volví decidí instalarme en Tarifa y este momento coincide con un pico muy grande de paso de pateras en el Estrecho. Me di cuenta de lo poco que sabíamos en España de estos países, de sus culturas, de los porqués de esa gente que estaba llegando a España. España que había sido un país de inmigrantes, por primera vez se enfrentaba al mismo fenómeno en su propia casa.

Ese fue el objetivo principal, usar la imagen como herramienta de conocimiento, que al mismo funcionara como herramienta de progreso, aún se rodaba en 35, no había habido cambio generacional en el ámbito del cine en África, a los jóvenes les costaba mucho hacer cine … crear y abrir un nuevo mercado para los cines de África en español fue otro de los objetivos que me movieron a crear esto, que en un primer momento se plantea como una muestra. Fue el propio público el que pidió que continuara y así llegó el FCAT (Festival de Cine Africano de Tarifa).

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¿Hay algún festival que te inspirara o te sirviera de referencia en estos primeros momentos?

Como referencia no, sí es cierto que uno picotea de uno y otros, le gustaría ser un gran festival, un gran mercado del cine, pero la experiencia te va haciendo poner los pies en el suelo, vas midiendo la reacción del público y la reacción de los mercados de aquí. Creo que ha sido un festival que se ha ido modelando a sí mismo, respondiendo muy atento a lo que sucedía a su alrededor, quizás sea ésta la razón por la que el festival ha tenido muchos cambios de imagen. Aunque la línea de trabajo y nuestros objetivos siempre han sido los mismos, nos hemos ido adaptando a los tiempos.

Prueba de ello es el cartel de este año, una imagen que recuerda al mundo de la publicidad o la moda. ¿Podríamos decir que se trata de una imagen occidentalizada?

Es difícil hablar de occidentalización en África porque el africano está intentando encontrar su lugar en un mundo globalizado, no puede vivir de espaldas a la globalización, tiene que saber quién quiere ser. Esa es una de las claves que siempre nos ha guiado: el convencimiento de que tenían que ser los africanos los que hablasen de sí mismos y se contasen a sí mismos, porque a fuerza de crear imágenes desde fuera, de decir a África lo que tenía que hacer, ser o decir hemos acabado creando un nuevo colonialismo en toda regla. En todo esto también entra el complejo mundo de las ONG`S, de la cooperación que no siempre ha sido lo que debería.

La imagen de este año es una respuesta a nuevas inquietudes. Actualmente hay una vitalidad y un dinamismo extraordinarios entre los jóvenes, prueba de ello es la exposición que ahora está itinerando por España ‘Making Africa’ del nuevo diseño africano fundamentalmente. Nosotros queremos apostar por una línea de renovación, rompedora de esquemas que mira hacia el futuro pero sin negar el pasado, porque África está en ese punto de compromiso entre tradición y modernidad donde tiene que encontrar su lugar.

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Al-Tarab es la ong que hay detrás del FCAT ¿cómo ha sido su evolución?

Nuestro coqueteo con la cooperación ha ido cambiando de perfil con los años y nos hemos ido aferrando cada vez más a la idea de que lo que podemos aportar a los cines de África es su normalización, en el sentido más estricto de la palabra. Hacer que estos cines puedan ser considerados como cualquier otro y juzgados por su calidad y no porque ‘hay que pensar en África, hay que ayudar a África’. La palabra ayuda es una palabra prohibida en el lenguaje del FCAT.

Allá por el año 2.003 ¿cómo acoge el pueblo de Tarifa el aterrizaje del FCAT en sus calles?

Tarifa es una ciudad de frontera y como tal, la relación con el vecino es siempre compleja, es mucho más difícil allí puesto que el flujo migratorio es de sur a norte. La relación del pueblo con el FCAT ha ido cambiando con los años. Tarifa no es una ciudad fácil, ha vivido del campo y del mar principalmente, y desde hace unos años comienza a vivir del turismo. En un primer momento la gran mayoría de los comerciantes esperaban que el festival, sin poner el pie en la sala, les resolviese el problema de la desestabilización del turismo. Esto quizás lo haga el Festival de Málaga en el que se invierten millones de euros, pero no nosotros, que somos un festival económicamente muy modesto, que tira adelante gracias a una actitud casi de militancia del equipo, muy al contrario de lo que se dijo en una época, nadie se ha enriquecido si acaso se ha empobrecido.

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¿Cómo se plantea el regreso a la ciudad después de cuatro años de ausencia?

El regreso se antoja feliz y con otro talante y otra actitud. Hay muchísima gente de Tarifa que está colaborando con el festival, también jóvenes. Este año hay un jurado joven de Tarifa, hemos lanzado una campaña de micro mecenazgo de comercios de Tarifa a la que se han adherido unos cuantos establecimientos. Hay un cambio de actitud.

Además este año por primera vez el FCAT tendrá dos sedes

Efectivamente regresamos con una apuesta muy arriesgada, que es la de un festival transfronterizo, por primera vez. Como fenómeno en sí está llamando mucho la atención.

Se inaugura el 26 de mayo en Tánger y al día siguiente en Tarifa, y van a ser nueve días en simultáneo, y con un tercio del presupuesto que teníamos hace cuatro años.

Tenemos un acuerdo con la compañía de ferries FRS que ofrece un 25% de descuento en los billetes a Tánger, donde la Cinématèque de Tanger será sede única. La programación allí será subtitulada al francés. También hay descuentos en renfe, hay hoteles que tienes precios especiales para los asistentes. Lo que buenamente podemos hacer para que todo el mundo encuentre su hueco en el festival, estamos haciéndolo.

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¿Habrá retransmisión in streaming?

Algunas actividades se podrán ver in streaming y otras serán grabadas. Por primera vez van a asistir los alcaldes de las dos ciudades a las dos inauguraciones, el de Tarifa irá a Tánger el 26 y el alcalde de Tánger a Tarifa el 27. Ha sido un gesto muy bonito que la invitación se haya hecho desde las dos partes, además de la nuestra y de Malika Chaghal, Directora de la Cinématèque de Tanger.

Es un esfuerzo grande el que se está haciendo, hasta en los mínimos detalles nos gustaría demostrar que en esto estamos juntos, que estamos en el mismo barco, nunca mejor dicho, con el Estrecho de por medio pero construyendo puentes gracias al cine.

¿Cómo está reflejando el cine los cambios que está habiendo en estos países? ¿Cómo se enfrenta el cineasta a esto?

Los cineastas son contadores de historias y es raro que vivan a espaldas de la situación que les rodea. El cine ha sufrido y ha reflejado unos cambios fundamentales, es el caso de las primaveras árabes que aparece casi de manera transversal en temáticas de estos últimos años. También ha habido una cierta evolución con respecto a la temática LGTB, en el mundo árabe y en Sudáfrica se han empezado a afrontar argumentos que antes no habíamos visto prácticamente como es el de la homosexualidad, contada a veces en primera persona, incluso de forma autobiográfica. Esto es algo absolutamente novedoso. Sí es cierto que África está formada por 54 países con realidades absolutamente diferentes. Por ejemplo las Jornadas Cinematográficas de Cartago en Túnez que son un referente, este año se posicionó. Durante el festival hubo un atentado en la ciudad y se decidió entre los asistentes (cineastas, organizadores, todos) que el festival continuaba a pesar de la violencia. También es destacable la irrupción de los jóvenes en el cine, ayudados por el acceso a la tecnología. Esto tiene sus pros y sus contras, hace mucho más fácil acceder a una cámara, y que uno se crea que está haciendo cine y no todo es cine. Por eso insisto en que nuestro objetivo es mostrar y programar un cine de calidad. Es lo mejor que podemos ofrecer y aportar a la hora de modificar el imaginario colectivo sobre África.

 

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¿Qué papel ejerce actualmente la censura a la hora de hacer cine en África? ¿Lo tienen quizás más fácil para superarla aquellas producciones que cuentan con fondos extranjeros?

La mayoría de películas de África del norte que han afrontado el tema de la homosexualidad contaban con fondos europeos, pero no sólo, también con fondos nacionales. Este año tuve una experiencia sorprendente en el Festival Internacional de Cine de Mujeres de Salé en Marruecos donde fue clara la apertura de miras de los programadores del festival. Vi concretamente una película lituana, que afrontaba abiertamente la homosexualidad de menores de edad, chicas, esa película había pasado la censura, que ciertamente es muy relativa, ya que hay películas marroquís como ‘Much Loved’, de Nabil Ayouch, que se han prohibido en Marruecos. Pero en general la censura es más social que política. La actitud de los jóvenes hoy es completamente diferente, si quieren contar algo de corazón buscarán los fondos donde sea para poderlo rodar.

¿Qué actividad tiene el FCAT el resto del año?

Trabajamos todo el año. Muy pronto me di cuenta de que un Festival solo, por sí mismo no era capaz de alcanzar los objetivos que nos habíamos marcado. Inmediatamente vimos la necesidad de montar un dispositivo que permitiese el acceso de aquellas entidades que deseasen acoger algún título africano a nuestros fondos, donde están recogidas todas las películas que entran en el festival, que traducimos y subtitulamos. Así nace Cine Nómada, esta iniciativa ha tenido picos muy importantes en la época en que había más dinero, y contábamos con el apoyo de Casa África. Alcanzamos una media de setenta ciclos, muestras, proyecciones al año en España de cine africano. Aunque desgraciadamente no hemos conseguido que ninguna institución ni entidad nos apoye para que eso pueda seguir funcionando.

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Actualmente el FCAT tiene su sede en las instalaciones del CICUS (Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla)

El CICUS es un lugar extraordinario, ha supuesto un cambio radical en la historia de nuestra asociación, Al Tarab, y la posibilidad de abrir nuestros fondos a la Universidad de Sevilla, tanto para personal académico como para estudiantes. Se pueden hacer visionados, consultar películas. Nuestro sueño es que algún día este fondo pueda estar digitalizado y se pudiera acceder online a él. Desgraciadamente hoy en día no podemos, aunque nos sentimos contentos y satisfechos con lo conseguido. Ahora mismo estamos en los 850 títulos, y llegaremos este año a los 900, crece con una media de cincuenta títulos al año. Todo traducido, subtitulado y digitalizado en español por el equipo del FCAT.

Este año hay que destacar un trabajo realizado con estudiantes de antropología de la Universidad de Sevilla. Han elaborado junto con la programadora del FCAT una nueva sección de cine etnográfico que incluso han titulado ellos, ‘Para raros nosotros’. Espero que poco a poco el profesorado vaya animándose a hacer uso de nuestros fondos, ya que pueden hacer uso de la cinematografía como herramienta didáctica.

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¿Qué puede aportarnos el cine africano?

Para mí aporta unos lenguajes y unos ritmos diferentes. En África, hay un punto de discusión entre cineastas y críticos que empieza a ser verdaderamente aburrido, parece que hubiese que escoger entre un cine más popular y comercial, y un cine de autor. ¿Por qué hay que elegir? ¿Por qué hay que censurar la libertad de expresión del cineasta? Siempre va a ver un público para cada película y aquí pasa lo mismo. Aquí nos encontramos con la inexperiencia ante el cine subtitulado, un problema añadido ya que el español lee muy poco. Hay un rango de población con la que no contamos pero que ojalá un día llenase las salas, pero esto se nos escapa de nuestras manos. Habría que proponer al Ministerio de Educación y de Cultura, la enseñanza de la imagen desde los primeros años de colegio. Contamos entre siete y doce mil espectadores que suelen transitar por el FCAT, un logro total para nosotros porque es un cine que debe tener su lugar. Nosotros asumimos nuestra responsabilidad, y creo que somos gente seria en ese sentido, si fuéramos más relajados hace muchos años que hubiésemos dejado de existir. Somos conscientes de que si el FCAT desapareciese el panorama cultural español perdería muchísimo, probablemente llegaría a ser el primer país de Europa que no tendría ningún festival de cine africano.

¿Cómo se programa el FCAT para que quede representado todo un continente?

Intentamos equilibrar, que haya representación de casi todos los países africanos. Esto depende de la producción anual. Este año en la competición oficial, es claro algo que llevábamos años diciendo y preanunciando que iba a suceder, la polarización del cine: Sudáfrica – Marruecos. Túnez sigue siendo potente, Egipto también. Burkina, Senegal, Mali que han sido grandes productores están atravesando hoy por hoy un momento difícil que esperemos puedan superar. Echamos de menos Gabón que tiene un Centro Nacional de Cinematografía, Camerún, a República Democrática del Congo, Kenia… En cambio hay un país que está despegando, es Etiopía, no produce en cantidad pero sí en calidad.

Hay algunas películas que no entran en el festival porque se estrenarán en salas de España.

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El cine africano está comenzando a estar cada vez más presente en el panorama internacional y en importantes citas competitivas

Ha llegado a los Oscar. Timbuktú el año pasado arrasó en los César. Hay festivales que están muy atentos a lo que sucede en África, es el caso de Berlín, el IFFR (International Film Festival Rotterdan), etc. Aunque sigue habiendo muchos miedos y aprioris entre los grandes distribuidores a la hora de programar cine de África. Nosotros nos hemos aburrido de invitar a distribuidores españoles a venir al FCAT, durante años ha habido jornadas profesionales financiadas por la Cooperación Española para alentar al sector de la distribución y la exhibición del país a que estuvieran atentos a lo q se hacía en áfrica… pero es muy difícil. La peor parte es que el público español de las salas comerciales se ha perdido grandes títulos por estos miedos.

Nuestra misión es ésta, por eso Cine Nómada, por eso FCAT, por eso CICUS y por eso montar un festival transfronterizo. Llevamos 13 años escalando el Everest.

Para ti, Mane, ¿qué es lo más reconfortante de toda esta experiencia?

Pues ver que no hemos tenido que suspender una proyección de cine porque no había público. Como asidua de la única sala de V.O.S de Sevilla a veces me veo sola en la sala o con muy poca gente, entonces me digo a mí misma ‘hay algo que sí funciona en todo esto, y es que se trata de un público absolutamente fiel’. Hay que tener en cuenta que la gente que viene al FCAT se programa sus vacaciones, no estamos en Madrid, Barcelona, o Sevilla. Una gran parte del público viene desde lejos, Canarias, Barcelona o Zaragoza por ejemplo y nos llaman para pedirnos consejo, y esto hace que acabemos siendo como una gran familia.

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