A vueltas con la familia, los roles de género y la adolescencia atormentada
Solo el fin del mundo (Xavier Dolan, 2016, Sección Oficial). Hay quien dice que lo peor de la familia es no tenerla. Seguramente, Louis-Jean Knipper estaría muy de acuerdo con este axioma: un joven y célebre escritor que abandonó a su familia en un entorno rural, regresa para comunicarles que se va a morir. Allí se encontrará con lo que dejó: una hermana sin lugar en el mundo, refugiada en su cuarto de eterno adolescente y embriagada constantemente con los humos de la marihuana. Un hermano mayor acomplejado, sin más beneficio que el de fabricar herramientas, irascible. Una cuñada pusilánime, amargada y triste que no para de hablar y una madre desequilibrada emocionalmente, enloquecida por no haber podido mantener su familia unida. Las razones de la huida de Louis-Jean no se explicitan, pero son más que evidentes. Una vez en la casa familiar, tendrá que enfrentarse a los miedos y paranoias de una gente con la que comparte sangre pero que el tiempo y la distancia han terminado por hacer mella. Los detractores del particular universo de Dolan seguirán teniendo razones para atacar la película y los que le compramos su apabullante puesta en escena, su uso de la música pop para rubricar momentos clave, esa autoconsciencia de genio que a veces le permite hacer mejores películas que otras, seguiremos amando cada minuto de su única y personal visión del cine. Melodrama desaforado que no entiende de épocas y sí de sensibilidades.
Staying Vertical (Alain Guiraudie, 2016, Sección Oficial). Y aquí tenemos la película escándalo del festival, como ya ocurriera con la flamante ganadora de la X edición de este mismo festival, El desconocido del lago. En tan solo veinte minutos de proyección, Guiraudie ya nos ha mostrado una vulva hirsuta en primer plano y un parto real en tiempo real. En esta ocasión, el director francés pretende subvertir los roles de género (en esta ocasión, es una mujer quien abandona a un hombre con un bebé, quien parece gay es hetero y viceversa) para una sucesión de escenas que, a priori, desorientan pero que, al final, conforman un todo que tiene mucho que ver con el bloqueo creativo, el sexo como válvula de escape y el sexo anal como eutanasia. Leído así parece una broma, pero es algo muy serio. Es una fábula ridícula y precisa, un afilado cuento moral que parece una pesadilla, aunque se folle mucho.
One of Us (Stephen Richter, 2016, Selección EFA). Otra película más sobre adolescentes problemáticos. Fallida en muchos aspectos, una película a la que falta profundidad, con una pretendida distancia moral con respecto a sus personajes, decisión que no debería ser mala por sí misma, pero que aquí falla al no haber conexión emocional con aquellos. Un joven regresa de la cárcel para volver a su barrio de siempre, en el que nada ha cambiado. Una noche decide entrar en un supermercado con un joven que, desesperado, intenta encontrar un hueco entre sus iguales. Y la tragedia no tarda en llegar. Asistiremos, entonces, a tales acontecimientos sin que nada nos importe. Porque una cosa es que no justifiques las acciones de tus criaturas, y otra muy distinta no elaborar a su alrededor un universo identificable, algo que te remueva las entrañas. Y una historia así pedía a gritos otra manera de contarla.