Twee, «dise»

Texto: Félix Domínguez // Fotos: Pablo J. Rodríguez

 

“Padre, etiquétalos, porque no saben lo que hacen”(Mateo 23:34).

Generación Perezón es mi traducción libre (porque si los dobladores pueden, nosotros también) de un artículo de opinión arriesgado que vi en The Telegraph hace tela de tiempo. Hay que leer, aunque sea la prensa. Y aunque sea británica. Si no, nunca te enteras de cosas súper importantes que pasan en el mundo. Cosas como que hay una nueva tribu urbana en el horno. Los Maasåi somos muy de tribus. Y de hornos.

Híbridos aparte, los jisters siguen siendo el cupcake gigante que todos quieren morder. Hay recursos para jisterificar tu look hasta en Pedro del Hierro. Las estructuras compositivas en forma de aspa o banderola, con varias tipografías a la vez, incluyendo la Lobster y esas que parecen manuales pero no, pueblan el mundo. Los anuncios del Dia%, con su cancioncilla a lo Alondra Bentley y su dirección de fotografía a lo Wes Anderson, SON JISTERS. Existe una fórmula matemática que explica por qué cada vez se parecen más entre sí. Aun así, la gente insiste en ser diferente y beber mojitos en botes de mermelada vacíos.

Pero el Telegraph retrató una nueva tendencia aún no desvirtuada: la moñi. Moñi es mi traducción libre de twee. Twee quiere decir que prefieres peli y mantita, que beber te sienta mal, que probablemente tienes un canario o un gatito y tus aficiones son el patchwork, la leche de soja/avena/almendras/arroz y el folk sedante, de Bon Iver p’arriba; aquí está la salida que permite reconvertirse desde lo jister si uno lo desea. Jóvenes que se portan como si tuvieran setenta y seis años. ¿Viejóvenes?

Al principio me sonaba a otro mito en construcción, como los jipis de los 60 (volkswagens Tipo 2  y droga-a-todo-el-mundo), la Generación X, la Generación Y (¿alguien conoce a alguien de la Generación Y?) o los Milennials (otra). Cada cierto tiempo, un heredero del Nuevo Periodismo agrupa a personas de su entorno bajo una categoría inventada, porque los temas interesantes para escribir un artículo se acaban. El espacio en blanco, no…

Pablo J. Rodríguez - Maasai MAgazine

© PAblo J. Rodríguez

Etiquetar facilita mucho la vida. Permite estar seguro de lo que eliges. O no; que se lo digan a todos los botes de zumo 100% NATURAL. Pero la historia es un péndulo, y tanto desenfreno necesitaba un poco de Eno. Últimamente parecía que si no habías violado la ley al menos tres veces antes de entrar en la Universidad, eras un plasta. Skins, Shameless, Misfits y todas esas series con tantas eses han contribuido a sentar un estándar poco realista y un poco frustrante.

Ahora toca disimular las rozaduras de las Vans en zapatillas de borreguito, conectar con tu yo interior, etc. etc. En definitiva: volver a la madriguera. No está mal. Una tendencia que promete reducir la ansiedad. A lo mejor la culpa es de los adolescentes normales que aparecen en los medios, que beben estramonio, practican mamading y queman iglesias al ritmo de Gorgoroth. Y claro, cuando toca informar sobre alguien normal, rápidamente se lo etiqueta como extraordinario.

La Generación Perezón se está dando cuenta de esto, pero creció bajo la influencia del hipertexto y pasa de todo lo que esté a más de cuatro clics. Desecha todo lo que se supone que tiene que hacer una persona durante su juventud, especialmente los tópicos de cuando la gente duraba cuarenta años -con suerte-. Ahora que no está claro que no pasemos de los 90, vivir deprisa carece de sentido.

Dos evidencias más de que lo twee va a triunfar: la palabra del 2014 es normcore* (vestir normalito pero bien, es decir, soso/a) y sufrimos una acuciante falta de estrellas. Mientras las viejas se van apagando (o su médico las asesina, como a Michael), no hay nuevas caras que ofrezcan un relevo en condiciones. Van de estrellas pero no nos engañan, son demasiado normales. Taylor Swift y el ajedrecista noruego Magnus Carlssen, por ejemplo, son estrellas twees. Para empezar, tienen veintipocos años. A pesar de ello, la Taylor no se droga, o no deja que la pillen, y Magnus tiene que estar en casa a las doce.

Los 20 son los nuevos 40, disen. Me lo creo, me lo creo.

*No tiene nada que ver con la forma de vestir de Pablo Iglesias.

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