Un individuo que confronta su mirada con la tuya desde el otro lado, tan real como tú mismo. Abruma la escena, sobre todo para el que la contempla desde fuera. ¿Cómo es posible fotografiar así? LZ Producciones consiguieron hacer justicia y poner en pie ‘Las Marismas, Atín Aya y La Isla Mínima’ para hablar entre otras cosas del germen visual que inspiró la película. La exposición ha estado en la sede del Casino sevillano donde podía verse una parte importante de la gran obra que fue ‘Marismas’ en la vida fotográfica de Atín.
Allí nos encontramos con su hija, María. Ha sido generosa con nosotros dedicándonos unas horas, acaba de ser madre.
Cuenta María que también para ella se hace un misterio la forma en que su padre conseguía transmitir esa cercanía, esa honestidad en sus retratos. Amigos que trabajaron y viajaron con él siempre le hablaron de la innata habilidad del fotógrafo para ganarse a la gente. “Era un juego de seducción, pero de una seducción muy honesta. No era manipulación; con su presencia favorecía que la gente se sintiese cómoda. No forzaba, si había predisposición llegaba la foto, sino pues no”, dice María. Hace tiempo que me fascina la obra del sevillano Atín Aya, ese misterioso fotógrafo del que poco se sabe, bueno, “(…) en Sevilla y en los círculos profesionales sí es reconocido” nos aclara su hija (además de haber recibido importantes galardones fotográficos) y “ahora un poco más a raíz de la película”, muy poca cosa –pienso- para el valor que tiene su obra.
María gestiona el legado de su padre desde que éste falleciera en el año 2007, su inmenso archivo fotográfico. En esta infinita labor cuenta con la ayuda de algunas personas, como el que fuera gran amigo de su padre, además de editor y escritor, Diego Carrasco, que desde siempre le ayudó a seleccionar sus fotos, y ahora ayuda a María a contextualizar muchas de sus obras. “Para mí ha resultado una figura fundamental, era íntimo amigo suyo. Mi padre tenía mucha confianza en su criterio a la hora de enseñar su trabajo… y compartían el mismo círculo de amigos, el mismo ambiente. Es la memoria del archivo”. Participaría Atín en Equipo 28 un proyecto editorial nacido en Sevilla y fundado por Diego, que fue referencia de vanguardia cultural en los años de la transición.
Atín era una persona especial, muy querido a la vez que reservado, tranquilo y parco en palabras “elegante en todos los sentidos” dice María. Siempre fue muy perfeccionista con su obra, y al mismo tiempo, por su timidez, fue reacio a mostrar su trabajo. “No sabía venderse” nos cuenta su hija. Nunca le interesó la mercadotecnia del arte. “Se acercó a la fotografía por pura vocación, y una tradición documentalista, no le interesaba el circuito del arte”.
Me viene a la cabeza una anécdota de Atín esclarecedora. Nunca fue una persona religiosa, pero cuando su padre murió asistió al ritual que la Orden de la Caridad organizó para darle sepultura pues, pertenecía a ésta. Quedaría Atín muy impresionado, ya que él mismo se ordenó hermano de la Caridad y desde entonces se involucró en voluntariados sociales que formaron parte de su vida desde entonces.
A pesar de su propia timidez, su obra logró imponerse y fue expuesta en capitales culturales como Nueva York en los años noventa. Además de compartir colectivas con García Rodero, Koldo Chamorro o Isabel Muñoz.
Desde que decidiera trasladarse a Madrid para formarse en el mundo de la fotografía, y dejar de lado sus estudios de Psicología, Atín siempre tuvo entre sus obsesiones el estudio de la luz. Desde muy joven hay pintores entre sus amigos con los que comparte esta inquietud. Años después diría “los límites de mi fotografía son los límites de la luz”.
Eligió la Leica como su predilecta desde los inicios de su carrera como fotógrafo de prensa donde se curtió “(…) desde entonces desarrolló su sello personal. Sus fotos eran reconocidas sin que las firmara” recuerda María. Atín dio testimonio con sus fotografías del momento convulso y de cambio que vivía España, desde medios de enorme calado en ese momento, como es el caso de Diario 16.
Walker Evans, Ansel Adams, Cartier Bresson, Robert Doisneau, Diane Arbus , los grandes retratistas y la tradición documentalista llegaron a ser sus grandes influencias.
Ya desde sus inicios, como muchos de ellos, sintió predilección por el blanco y negro, que simbolizaba para él lo clásico, lo imperecedero “(…) aunque fotografió en color para prensa y otros encargos, desde el principio hubo blanco y negro. Incluso algunas de sus obras más conocidas eran en color pero las sacó en blanco y negro”.
Atín viajó mucho, hizo proyectos importantes en Cuba o Rusia, pero centró su atención en el medio que mejor conocía y por el que más amor sentía: Andalucía.
Es a partir del desarrollo de sus ‘Marismas’ cuando Atín Aya logra plasmar como nunca hasta el momento, el gran conocimiento de la luz natural en sus paisajes y retratos andaluces. Fue un trabajo intensivo, obsesivo que se alargó durante cuatro años y que casi le cuesta la vida. En una de las infinitas incursiones de Atín a la zona, y a pesar de contar con un 4×4 que adquirió debido a la dificultad de aquellos terrenos, repentinamente el suelo se resquebrajó bajo las ruedas del vehículo y éste acabó sumergido en cuestión de segundos en una zona de acequias y lagunas donde estuvo a punto de ahogarse y donde perdió casi la totalidad de su equipo fotográfico (hay una instantánea de la serie “Marismas” que el propio Atín haría al coche que quedó inutilizado).
Este trabajo supuso un antes y un después en su carrera “todos los trabajos se ven influenciados por las `Marismas’. Fue una conjunción muy especial: el espacio, los personajes que se encuentra, el ritual de trabajar en gran formato, y sobre todo, el tiempo del que pudo disponer para desarrollar este trabajo” cuenta María orgullosa. Después de éste vendría la gran serie de ‘Paisanos’, que constituye un archivo sociológico y antropológico de mucho valor.
En la fotografía de Aya no hay juicio, ni denuncia, al menos intencionadamente. Los paisajes y sus personajes funcionan como un espejo, reflejan una verdad más grande que todo juicio: esos paisanos hablan de una Andalucía en vías de extinción pero profundamente nuestra. Habla de lo que fueron nuestros abuelos, nuestros padres, de lo suyo que hay en todos nosotros, de lo que éramos. De un país de claroscuros desde siempre, oscuros y claros los años de entonces como los de ahora.
María también practica la fotografía gracias a Atín, “me interesa lo humano pero soy amateur”, dice tímidamente. Afronta cada día ese colosal trabajo de bucear por la memoria fotográfica que Atín construyó, movida por el amor a su padre y a su obra. A través de este pausado y laborioso ritmo sigue sus huellas sin dejar de sorprenderse por la inmensidad de la misma. “Hay una gran parte de su archivo inédita”. Sigue trabajando en la edición de sus fotos con el mismo equipo de personas con que trabajara Atín. María nos asegura que hay muchos proyectos expositivos abiertos. Esperaremos ansiosos a seguir descubriendo a Atín, como decía la parábola “por sus obras le conoceréis”.