El camino y las migas de pan
Bernardo Ortín. Los niños invisibles. Historias ilustradas. Jot Down Books. 147 pp.
¿Quiénes son los niños invisibles de los que habla Bernardo Ortín? «Mientras que hay niños con los bolsillos llenos de piedrecitas blancas que van poniendo en el camino para seguir el rastro de vuelta a casa, existe otra infancia que se siente perdida y sin rastros que seguir: son los que ponen migas de pan en el camino y que los pájaros se comen dejándolos extraviados», explica el propio autor al comienzo del libro. Con esta fina metáfora referente al cuento popular Hansel y Gretel, entendemos qué significa ser un niño invisible: cargar con el peso de una herida desde la infancia, perderse en un oscuro bosque sin brújula alguna. No siempre resulta evidente, pero a menudo los sentimientos de inadecuación social que viven las personas adultas tienen su origen en una experiencia de abandono, una alargada sombra proyectada en su camino desde la niñez.
Los niños invisibles está formado por veintidós historias con nombre propio, acompañadas convenientemente por ilustraciones de Trinidad Ballester, Víctor Barba, Ana Bustelo, Damián Cebrián, Agustín Ferrer, María Hesse, Deima Jonusaytite, Ximena Mayer, Daniel Miñana, Nuria Tamarit y Vera Ortín. Cada uno de estos relatos cuenta con esclarecedoras explicaciones del autor, que nos ayudan a comprender la complejidad de cada caso y a profundizar en el fenómeno común a todas ellas, esa falta de atención y cariño en las primeras etapas de la vida que puede prolongarse a lo largo de los años en forma de vacío, miedo, incertidumbre, aflicción desbordante: lo que a finales del pasado siglo el psicoanalista André Green identificó como el “Síndrome de la Madre Muerta”.
Bernardo Ortín es algo más que un terapeuta. Doctorado en Filosofía y Ciencias de la Educación y formado en Enfoque Sistémico, Análisis Transaccional, Psiconeuroinmunología, Comunicación Estratégica, Hipnosis Ericksoniana, Programación Neurolingüística y Psicogenealogía. Ha trabajado en el ámbito social, en la terapia individual y, en la actualidad, también en la formación de terapeutas y en la supervisión de equipos profesionales dedicados al sector social y educativo.
No son pocos los síntomas que se engloban bajo esa dolorosa y constante sensación de no pertenencia definida por el síndrome. En cualquier caso, este libro no es un manual de psicología ni una guía de autoayuda, aunque tiene un poco de ambas cosas. Se trata más bien de un acercamiento liberador, alejado de juicios, de lo que supone enfrentar diferentes experiencias de abandono. La exposición de las características del “Síndrome de la Madre Muerta” que Bernardo Ortín desarrolla en Los niños invisibles es cercana, contiene trazos de lenguaje científico, pero el resultado final es más parecido a un diálogo, a un relato amistoso, que a una tesis científica. Quizá por eso es una lectura recomendable para quienes sienten curiosidad y quieren iniciarse en estas cuestiones.
Está claro que no es fácil mirar hacia dentro sin prejuicios, despojándonos del ego, pero siempre existe alguna recompensa a cambio de recorrer ese camino en el que, quizá, encontremos piedrecitas que nos hagan “volver a casa”, no solo la ausencia de las miguitas de pan que un día fuimos dejando a nuestro paso y que nos dificultaron regresar a algún lugar que extrañábamos. Asomarnos a ese bosque, a veces con mapas, otras veces en absoluta soledad, nos sitúa al borde de la pregunta, nos hace vislumbrar apenas las certezas, como hitos del camino que perseguimos. Pero siempre se llega a alguna parte, aunque no sea exactamente a donde esperábamos. Algo similar ocurre con la lectura de Los niños invisibles: nos acerca a la duda, al leer surgen las cuestiones que se resolverán o no al finalizar el libro.
Nota del editor: La tribu Maasai se expande hacia nuevos territorios. Esta reseña literaria abre el camino a otras que la seguirán en el futuro.
La ilustración de la cubierta es obra de María Hesse