Juan Antonio Bayona hizo hace unos años una película que se tituló “Lo Imposible”. Catástrofes a un lado, si tuviéramos que ponerle título a la obra de Laura Agustí sería “Lo bonito”. Ilustraciones en blanco y negro llenas de personajes imposibles, delicados y elegantes. Mujeres gato, hombres con cabeza de oso, perros, ciervos, pájaros y un largo etcétera de animalizaciones, plantas, flores e híbridos donde la sutileza y el detalle hacen la delicia de miles de seguidores. Sí seguidores, porque Laura es uno de estos casos a los que aún no estamos muy acostumbrados y que dentro de un tiempo habrá que analizar mirando con algo de perspectiva. El trabajo de Laura se ha convertido en un todo un fenómeno en las redes sociales lo que le permite vivir de lo que le gusta y hacer cosas que hace unos años ni ella misma imaginaba. Tras este crecimiento explosivo, en apenas unos pocos años, se esconde mucho trabajo, mucho esfuerzo y una apuesta arriesgada por una manera de vivir. Honesta, divertida y muy humilde, Laura nos regaló su tiempo, que empieza a ser oro, y estuvimos con ella todo un día en Barcelona. Primero en Trait Store una maravillosa tienda, regentada por buenos amigos, cerca de su casa, donde iniciamos esta charla. Luego nos llevó a su casa, donde gobiernan su perro Crasty y su gato Oye, a ver parte de su obra. Fue todo un placer, os invitamos a que paséis y leáis.
Tus apellidos parecen catalanes, Agustí Bañolas, vives y adoras Barcelona pero no eres de aquí ¿verdad?
Os lo voy a contar. Un apellido es valenciano y otro maño. Yo nací en Barcelona pero solo estuve siete años. Luego me fui con mi familia a Teruel, a un pueblecito súper pequeño de 800 habitantes. Se llama Valdealgorfa. Hay gente que se cree que es un insulto (risas).
Me fui al pueblo con 7 y estuve hasta los 16 que me marché a Teruel para estudiar el bachillerato artístico. Como para hacer la carrera me tenía que ir, elegí Altea y cuando acabé la carrera, las opciones eran Barcelona o Madrid. Elegí Barcelona, que tiene mar, aunque no me bañe pero me gusta mirarlo.
¿Y en Altea estudias…?
Estudié Bellas Artes y la especialidad de diseño gráfico y pintura. Cuando vine a Barcelona, quería hacer un master en diseño gráfico, que nunca hice, me puse a trabajar, pasaron 3 años y decidí estudiar diseño de interiores. Y a partir de ahí, me dediqué profesionalmente al interiorismo. Pero me metí sin tener mucha idea de lo que era, pensaba: “diseño de interiores es guay, decorar las paredes, poner dos muebles bonitos…” y no es así, me pegué un batacazo importante. Lo pasé mal con todo el tema de las cosas técnicas, cálculo de bajantes, pendientes para terrazas y cosas así, ahí flipé, ahí flipé. Imagínate entrar a una clase de estas a las 8 de la mañana y encima en catalán. Fueron tres años y claro, no es lo mismo estudiar con 18 que con 26 como en mi caso, estaba currando al mismo tiempo y todo te cuesta más. Disfrutas más sí, pero también cuesta más.
¿Acabas diseño de interiores y empiezas a trabajar directamente?
Tuve mucha suerte. Ten en cuenta que yo acabé esos estudios en el peor momento posible porque, de repente, cerraron la mitad de los estudios de Barcelona. Hasta los profesores nos decían: “Anda majos, suerte ¿eh?” Era 2009. Mandé 200 mil currículos y me llamaron de uno, entré para hacer dibujos en 3D. Era un estudio de arquitectura pero hacían sus propios muebles y todo. Entré para pasar todos esos diseños que hacían ellos a 3D, meterles texturas, etc. para pasarlos a una web y vender muebles. Resulta que mi jefa cogió una baja por ansiedad y depresión a los dos meses de que yo entrara. Me ofrecieron el puesto.
Pero tú no le provocaste eso a tu jefa ¿verdad?
(Risas) No, yo me cagué, “si esta se ha ido por eso, a ver cuánto duro yo”. Da más miedo que otra cosa. Sustituir a alguien de esa manera da miedito. Pero bien. Estuve cuatro años. Mucho. Demasiado. A nivel profesional era un puesto muy bueno, era como que había llegado donde “tenía” que llegar. Llevaba gente a mi cargo, era jefa, hacía cosas chulas pero claro, dentro del estilo y del gusto de ellos, que era un estudio para un tipo de cliente muy determinado. Peña de mucha pasta. Todo muy pijo.
¿Y durante todo ese tiempo en el estudio de arquitectura dibujabas por tu cuenta, en plan hobby?
Bueno yo siempre he pintado, desde antes de la carrera hasta que empecé a dibujar, estuve pintando. Diez años pintando y vendía cuadros a gente que me hacía encargos. Montaba alguna expo pero poca cosa.
Yo estaba súper estresada con ese trabajo, que al final no me gustaba nada. De repente, después de tantos años de estudio y de esfuerzo, consigo el trabajo que se supone que está bien y resulta que me agobia. Que me mata pensar que iba a estar ahí toda la vida. Así que monté un blog, un tumblr, Ardilla & Castor, para desahogarme. A raíz de hacer el logo para mi blog y subirlo a Instagram, empecé a dibujar. Antes ni lo pensaba.
Dices que subes el logo a Instagram y a raíz de eso te animas a dibujar. ¿Te animas o te animan?
A ver, yo en la carrera de Bellas Artes ni siquiera la hice por ilustración porque me parecía un coñazo ilustrar cosas de otros. Y me pasé a pintura porque ahí iba a hacer lo que yo quería. Total, que cuando hice el blog y dibujé ese logo, lo subí como os decía a Instagram y todo el mundo decía “ay qué bonito” y me entraron ganas de hacer más cosas. El siguiente dibujo fue una chica con cara de oso, que a todo el mundo le encantó. Estaba fatal hecho, ahora lo veo y digo “¿pero qué mierda es esta?” (risas). A partir de ahí a la gente le hizo gracia y empezaron a proponerme: “ah pues podrías hacerme a mí con mi perro, a mí con mi gato…”. De repente y sin tenerlo planeado, empecé a recibir muchos encargos así que me dije: “pues dejo el curro”.
Y todo gracias a Instagram.
Sí. Muy fuerte.
Además no tenías un plan, no tenías una estrategia ni nada parecido. Fue la propia reacción de la gente la que te empujó a hacer todo esto.
Claro. Me animó mucha gente, muchos amigos. Fue todo muy casual. Mi primer dibujo es de mayo de 2013, quizá un poco antes. Todo va muy rápido.
¿Y cómo asumes ese crecimiento, esa repercusión?
No la asumes. A ver, siempre hay tantas cosas por hacer que voy siempre ahogada, no hay un día que voy y me pongo a reflexionar sobre la vida. No me da tiempo (risas). Y si lo hiciera, que a veces pasa, me quedo como “ahhhhhhh…”.
Mira, el otro día tuve que firmar 300 prints en la galería Miscelánea. Recuerdo el mail que me enviaron diciendo “vamos a hacer un libro con la gente que ha expuesto en la galería durante estos diez años. Queremos que hagas una ilustración nueva para el libro porque habrá una serie de 15 prints para los 300 primeros números”. Yo pensaba que ahí íbamos a estar los menos cotizados porque al final están regalando ilustraciones con un libro. Pues flipé cuando vi la gente que estaba allí, Chamo San, Conrad Roset, Amaia Arrazola… los grandes “¿y qué hago yo allí?”. Todavía estoy flipando. No lo asumes. Todavía no he llegado.
Lo sorprendente es que ocurra todo esto en tan poco tiempo.
Exacto. Es tan rápido que no sé. Esta gente que he mencionado lleva más tiempo. Yo no llevo ni tres años. Es que es muy fuerte, que en lo del libro de Miscelánea también estaba Guim Tió, que este tío expone en Taiwan, ¡que yo soy de Teruel! (risas). Yo era interiorista hace tres años.
Viendo tu trabajo se puede catalogar tu obra como preciosista y va muy acorde con tu propia casa, incluso tu blog. ¿Esto viene de siempre o es algo que aparece cuando estudias interiorismo?
Al final son tus gustos. El gusto lo tienes toda la vida pero supongo que sí, que haber estudiado interiorismo te hace que definas mucho mejor el tema de la decoración y demás. De hecho de ahí saqué la idea del blog. Mi gusto digamos que está muy influenciado por el estilo nórdico, por lo menos en mi casa lo intento, en la medida que puedo y en la medida en la que de la casa te lo permita, porque antes vivía en una que era una mierda. En esta tengo buena luz y suelos molones (risas). Pero sí, supongo que viene de haber estudiado eso.
Tu trabajo recuerda mucho al grabado tradicional, ¿te has planteado rescatar esa técnica alguna vez?
Odio el grabado. Hice grabado en la carrera y nunca más. Decía: “esto lo dejo”. A ver, odio mi experiencia cuando tenía 19 años, a día de hoy no sé cómo sería. Me encanta el resultado pero el proceso es un coñazo. Además mi profesor era un zurullo y muchas veces asocias la persona con la asignatura, así que pasé del grabado. Pero me encanta el resultado, me flipan las tramas y además me recuerda mucho a los tatuajes y los tatuajes me gustan mucho.
¿Eres impaciente?
Soy una histérica.
¿Necesitas acabar el dibujo ya?
A ver, ahora he optado por una vía rápida. Con las pinturas hacía cuadros súper grandes, (ahora cuando vayamos a casa lo veréis) y con el último cuadro que pinté estuve como 135 horas. Y dije “ya me he cansado, creo que ya los pinceles los guardo por un tiempo porque ya me he saturado”. Era todos cuadros urbanos, pintaba mucha arquitectura, con acrílicos que, para conseguir la pintura que yo quería, eran pues, yo que sé, cuatro pasadas del mismo tono para que quedara como pretendía. Era un despliegue de órdago y cuando empecé a rayarme con el trabajo, que llegaba cansada y tal, pasé de que la pintura me relajaba a todo lo contrario.
Con el dibujo me pasaba que me sentaba en el sofá y tucu-tucu-tú uno, tucu-tucu-tú otro y yo decía “esto es maravilloso” (risas). Antes ni siquiera usaba lápiz, directamente a tinta, ahora lo trabajo un poco más, hasta mando un boceto previo a la persona que me hace el encargo.
Antes nos has dicho que te gustaban los tatuajes, ¿qué supone para ti que alguien se tatúe un dibujo tuyo?
Al principio lo flipaba pero ahora, como son el 80% de los encargos, me he acostumbrado un poco. Aunque me llegan encargos muy raros, muy marcianos, si supierais… (risas). Por eso me hice yo uno, ya que lo lleva un montón de peña ¿por qué no voy a llevar yo uno mío? Pero sí, es algo raro pero muy bonito que alguien se tatué una ilustración tuya.
Sin volver a la complejidad de los cuadros y los acrílicos, ¿te planteas incluir color en tu trabajo?
Pues en eso estoy. Empecé a meter color hace dos meses para las portadas de Le Cool. Usé un azul para unas flores. Para el libro de Miscelánea también hay algo de color en unas flores y para esta última expo en Galeri BCN que se llama Elementos, ya dije que iba a ser todo en color. Estoy metiendo el color poco a poco, de momento a rotulador, porque intenté con acuarela y la lie muy parda, hay que practicar un poquito. La acuarela es difícil.
También te vas para un lado o para otro dependiendo de la aceptación que vas viendo, aunque ya sé que eso no es lo que hay que hacer claro. Pero sí me vale como termómetro. De repente publico unos peces de colores y, en lugar de tener 2000 likes, tiene 4000. Por ahí puedo valorar un poco. La gente se va cansando y cuando vas metiendo cosas diferentes, hay una reacción y eso te hace ir evolucionando. Pero es que llevo muy poco tiempo, poco a poco irán llegando cosas.
Hablando de hacer cosas diferentes, hace poco participaste en una expo colectiva donde tuviste que ilustrar unos post-its.
Eso es una expo que organizan en Valencia donde tengo a unos amigos de la universidad allí metidos. Me plantearon la posibilidad de participar y lo hice. Ha sido chulo, he cambiado el formato y se me ocurrió pintar unos híbridos. Es un reto dibujar tan pequeñito. Es una expo muy chula y al parecer se hace en más sitios.
Con todo el nivel de detalle que trabajas, ¿te apetece irte a la otra acera, pasar de la figuración a la abstracción?
No me siento yo muy cómoda. Lo hice en la carrera por cojones porque te obligan, pero no soy muy de chorreteo (risas). De todos modos fíjate, mi hermana, que estudió también Bellas Artes y con la que tengo muy buena relación, su manera de pintar sí es más así. Somos muy distintas, lo que hace ella no lo hago yo. De ella sí que tengo muchos cuadros con materia, chorretes y movidas.
Muchas veces se considera la ilustración como la hermana menor dentro del arte, ¿notas que la ilustración está menos valorada que otras disciplinas?
Ese es el rollo de siempre, los cuadros parece como que son más arte. Cuando pintaba me comía una mierda porque era muy difícil conseguir una oportunidad. Ahora que parece que la ilustración está un poco en auge, no me cuesta trabajo exponer, está siendo muy fácil. Me vienen a buscar. En la última expo en Miscelánea sí que me presenté, lo hice una vez y no me cogieron y la siguiente sí y eso que estaba enfadada y lo presenté todo el último día. Y luego está el tema de las ventas, ¿quién vende ahora un cuadro por 1000 euros?
Es curioso porque estudias Bellas Artes y no expones y es tras estudiar y trabajar de interiorista cuando surge toda esta nueva etapa en tu vida.
Es que todo está yendo tan rápido que no me da tiempo a pensar. Pero sí, cuando estudié interiorismo y empecé a trabajar, mi vida iba encauzada a otra cosa. Ahora sí que no sé a dónde voy. Tengo esta expo, para junio parece que tendré otra, y mientras pues intento ir viviendo de mi tienda y de ir poco a poco llevando todo esto. Tengo la sensación de que estoy haciendo un máster, a base de cagarla mucho (risas).
Y trabajas con un agente.
Sí y vino a mí, no lo busqué. A través de Instagram también. Es muy alucinante lo de Instagram y es perfecto tener un agente. Mira, ahora estoy haciendo un logo para una joyería en Seattle, también me llegó por Instagram. Se lo paso a él para que lo negocie y lo hago. Maravilloso. Hay que currar mucho y las cosas van saliendo.
Lo que me da un poco de miedo es la imagen que proyectas a veces. El otro día me escribió una chica pidiendo un encargo pero me decía que entendía que no tuviera tiempo porque me veía que iba de culo. Entonces pienso si no estoy comunicando del todo bien y parece que estoy desbordada y estoy perdiendo curros porque la gente no se atreve a pedírmelos. No sé, al final hay que pensar mucho todo esto.
¿Cómo llevas que te fusilen todo tu Instagram?
Ahora ya me la pela. ¿Qué vas a hacer? Al principio dices “hija de puta…” pero luego ya pienso “mira tiene tiempo, la pobre”. Hubo una chica que sí me dio miedo. Era una chica que en todas sus redes sociales era yo, pero es que copiaba hasta los cuadros y los dibujos, ella debía estar estudiando Bellas Artes y sus ideas para sus ejercicios eran todos mis trabajos. En sus redes sociales era yo, su foto de perfil, su foto de portada, siempre de espalda, tenía el pelo parecido y los dibujos los hacía ella, como el culo, pobrecita mía, pero los hacía ella.
Qué mal rollo y cuando se lo dije, que ya me ha pasado con tres, ¡me bloquean a mí! ¿Cómo se come esto? (risas). Hay una que me bloqueó y le pedí a mi chico que la siguiera a ver si seguía poniendo mis cosas, y ahí sigue poniéndolas. No lo entiendo, hay gente muy loca, da mucho miedo. Pero vamos que me da igual. La primera vez me indigné, ahora ya paso.
¿Qué tal la experiencia de firmar 300 prints?
Pues que me cagué en la puta. En silencio claro (risas). Me dolía la mano y ya no sabía ni lo que estaba firmando. Fui a firmar los 300 prints que van junto con los primeros 300 libros del aniversario de los diez años de la galería Miscelánea de Barcelona. Todo va en una caja súper bonita, todo muy cuidado. Pero en realidad ha sido una experiencia muy divertida, estoy muy contenta. Había muchos amigos firmando también.
¿Soñando un poco qué te gustaría hacer?
Me gustaría hacer algo relacionado con la música y, sobre todo, me encantaría exponer fuera, en el extranjero. En eso estoy.
¿Una ciudad? Sabemos que eres una enamorada de Barcelona así que no vale esa respuesta.
¿No? Es que me encanta Barcelona (risas). Le tengo mucho cariño a Altea donde estuve estudiando aunque me encanta el recuerdo que tengo de ella y de aquellos años, si voy ahora no sé. Bueno si lo sé, no me gustaría (risas). Berlín, yo que sé, pero hace mucho frío. Me encantaría exponer en EEUU, Los Ángeles, Nueva York. Ojalá.
Una comida.
Croquetas. Soy la niña croqueta (risas). Las croquetas de morcilla, se salen. Aquí hay cerca un sitio donde las croquetas son su especialidad, se llama Mendl’s y tienen croquetas de huevos estrellaos ¡y saben a huevos estrellaos! Y croquetas de torta del casar. Ñam!