AJG, «Una galería de arte es una carrera de fondo»

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Apostar contracorriente y abrir una galería de arte parece algo utópico en los tiempos que vivimos, pero los sueños se llevan a cabo cuando uno puede y quiere sacarlos adelante. Algo así pensó en 2011 Antonio Jiménez García tras toda una vida interesado por el coleccionismo y el arte contemporáneo, ya que en enero de […]
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Antonio Jiménez García en la galería AJG

Apostar contracorriente y abrir una galería de arte parece algo utópico en los tiempos que vivimos, pero los sueños se llevan a cabo cuando uno puede y quiere sacarlos adelante. Algo así pensó en 2011 Antonio Jiménez García tras toda una vida interesado por el coleccionismo y el arte contemporáneo, ya que en enero de ese año abrió la galería AJG Contemporary Art Gallery en el centro de Sevilla. Entonces vislumbró la posibilidad de ofrecer en la ciudad un espacio cultural de los que escasean y apostar además por nuevos valores en el mundo del arte como agencia de representación. Cuatro años después, la situación económica general no invita a seguir con proyectos tan ambiciosos, aunque este apasionado del arte continúa siendo optimista de cara al futuro por considerar la suya una iniciativa a largo plazo.

A los Masaåi nos ha llamado la atención este espacio característico y le hemos preguntado a su impulsor por su trayectoria, sus exposiciones, sus objetivos y sus anhelos para el futuro… Tras internarnos en el pasaje Francisco Molina desde la calle Javier Lasso de la Vega (también se accede por Laraña), nos encontramos con la enorme ventana de la galería AJG, desde donde se puede observar toda entera. Al entrar se contempla un espacio totalmente blanco, con varias obras de Fernando M. Romero colgadas en sus paredes y una en el fondo destacando sobre todas ellas. La ayudante de Antonio, María Arregui, nos explica la muestra y nos enseña el recinto, que carece de muebles y objetos que impiden la distracción sobre las obras expuestas, aunque la pared del fondo esconde una diminuta sala destinada a la proyección audiovisual, con un televisor que ofrece detalles del proceso de creación del artista cordobés. Al subir por unas escaleras llegamos a la planta superior, donde se sitúa la oficina familiar en la que iniciamos la conversación con Antonio.

Con los tiempos que corren para el mundo de la cultura… ¿Por qué abriste una galería de arte?

Me he dedicado toda la vida a temas de arquitectura e interiorismo y mi afición era precisamente visitar exposiciones y estar en contacto, sobre todo, con el arte contemporáneo. Ha sido algo de lo que he tenido cierta inquietud. Todo eso ha generado que, cuando he tenido trabajos y dinero, me convirtiera sin darme cuenta en un coleccionista, sin que mi intención fuera esa… Veo que tengo cantidad de obras, pero la colección no está elaborada en base a una línea, aunque al final la encuentras y te das cuenta de que tienes ojo crítico y de que siempre vas buscando ciertos temas que te interesan. Todo esto tiene que ver con la trayectoria de la galería. Esos puntos que me interesan están también dentro de este proyecto. Después de tres años y pico compruebo que tengo un proyecto personal, no como artista sino como gestor cultural, ya que comunico a través de lo que pasa por la galería, que está ideada como un espacio de proyectos específicos, muchos centrados en el espacio.

¿Cómo llegaste a emprender un negocio de estas características? ¿Qué te hace dar el salto de cliente a galerista?

Tuve una empresa de gestión cultural en Huelva que duró poco, pero siempre he estado entrando de alguna forma en el mundillo hasta que finalmente he llegado a esto. Por circunstancias como el trabajo, viajé bastante al extranjero y mi afición por el arte fue creciendo como burbujas que se multiplican. Luego pensé que, evidentemente, tu contexto más cercano es el local y yo soy de Sevilla, aunque vivía en Huelva. La gente que vivimos en una ciudad pequeña, aunque sea de 150.000 habitantes, tenemos la sensación de estar muy lejos del mundo. Es muy malo por un lado pero bueno por otro, porque tienes la necesidad de descubrir, al menos quien es un poco curioso, y viajas al extranjero para conocer otros contextos. Estuve un tiempo vinculado con China y enseguida visité sus buenos museos de arte contemporáneo, los distritos de galerías y los barrios que concentran los estudios de artistas determinados. Entonces te internacionalizas y ves proyectos de artistas reconocidos en sus contextos o en sus países, o incluso que han salido de esos países, pero no han tenido representación en España. Me resulta curioso que no hayan estado por aquí y de ahí surge mi proyecto, el cual quería que consistiera en montar un espacio donde yo proyectara sin condiciones y me gastara mi dinero.

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Y de ahí surge AJG Contemporary Art Gallery

Sí, porque llevaba mucho tiempo haciendo proyectos de comisariado, pero me financiaban parcialmente y no terminaba de ejecutarlos, por lo que acabé cansado de llamar a tantas puertas y decidí desterrar eso. Conocía el mundo de las galerías de Sevilla como cliente de muchas de ellas y entonces abro el espacio aquí, donde planteo un proyecto en el que traigo trabajos interesantes de gente joven o a media carrera con cierto reconocimiento. En Sevilla, a excepción del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, que sí trae artistas reconocidos que han pasado por bienales internacionales y jóvenes con cierto grado de consagración, ese perfil no lo había. Bueno, quizá ahora la galería Alarcón Criado se ha internacionalizado más. Por tanto, tenía la vocación de abrir una ventana en esta ciudad conservadora para que la gente de aquí viera lo que yo vi y viaje sin viajar. El resultado tiene doble lectura, ya que hay gente que lo valora y otros que no, es más, es un hándicap no trabajar con artistas locales porque la gente no conecta con el sitio.

¿Entonces no has encontrado la repercusión que buscabas en tu apuesta cultural?

La gente del mundo del arte se mueve por conexiones sociales y no van a ver la exposición por lo general, sino a su amigo. También el mundo de la cultura se mueve con unas claves un poco como una carrera de fondo, muy, muy, muy de fondo, y todo es a base de moverte hoy y obtener los resultados dentro de un año o más. Por eso lo de Huelva duró poco, porque yo necesitaba cierta inmediatez y quería imprimirle la misma velocidad que obtenía en otros trabajos, pero te das cuenta de que esto marcha a otro ritmo. Me gusta creer que la gente que viene a la galería es por ver el proyecto, no a mí, que también, pero mejor si vienen convencidos de encontrar algo en la exposición. Y efectivamente al final hay un público: gente que va a las exposiciones, artistas que ven la obra de otros o gente del mundo del arte, estos muy poquitos, que se acercan a ver que se está cociendo. También hay gente de a pie que siente cierta atracción por este mundillo y, por último, un sector de coleccionistas serios, círculo muy pequeño en Sevilla, que se cuenta con los dedos de las dos manos y sobra una.

¿Sucede lo mismo con el coleccionismo a este nivel en el resto de España o esta ciudad es un caso aparte?

No es cuestión concreta de Sevilla. Este problema se comparte en toda España, donde el coleccionismo privado existe a niveles mínimos. Me refiero a los coleccionistas serios, a los que siguen la trayectoria de los artistas y ven sus avances, si hacen algo nuevo, o buscan una obra muy concreta de su producción. De este tipo hay muy pocos. Después está el coleccionismo a lo bestia, el institucional, que no ha servido de nada y ahora es inexistente… Todo ello conlleva una situación muy complicada para las galerías. Da igual Sevilla, Madrid o Barcelona, ya que hablo con galerías de allí. Estamos en un momento de parón, puesto que ha ocurrido algo que no hemos sabido domar o gestionar, e históricamente las galerías también. Como país la vida moderna surge con el aperturismo y la Movida, cuando crecimos económicamente y también culturalmente, algo que va ligado. Empiezas a tener dinero y, si tienes inquietudes, comienzas a decorar tu casa con arte. Hay sectores propicios a ser clientes de las galerías, como los arquitectos, ligados siempre al arte como artistas o consumidores. Pero todo eso nos lo hemos cargado, ya que los arquitectos no compran, muchos están arruinados y con los estudios cerrados, y los médicos, abogados e ingenieros igual, con sus sueldos reducidos o marchándose fuera. Todos estos no son clientes nuestros ya. El panorama es desolador, puesto que no hay regeneración de los coleccionistas que ya han dejado de comprar, porque son mayores o han cerrado su ciclo.

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¿Era mejor ese panorama cuando abriste en 2011, porque ya tres años antes se advertía que la situación económica iba a empeorar?

Cuando abrí ya se empezaba a hablar de que sería poco tiempo, un año y ya salimos de la crisis, pero llegó 2012 y fue peor, y 2013 igual, y 2014… y lo que nos queda, pero el planteamiento de una galería es una carrera de fondo. Eso que yo imprimía de inmediatez no lo puedes conseguir porque los coleccionistas serios que te conocen van viendo tu progresión y si sigues la misma línea, por lo que es un negocio para fidelizar clientes y tu forma de hacerlo son tus hechos y tu programación. Miran si tienes una programación seria, sin saltos, con calidad artística en los proyectos, más allá de que el artista sea joven, medianamente reconocido o muy reconocido. Si mantienes el mismo nivel haces que la gente no se aburra y, al contrario, llegue al punto de valorar lo bueno que traes y asocie un punto de calidad a lo que estás haciendo.

En este sentido, España está en situación de privilegio, con una nueva generación de galerías jóvenes y con un trabajo serio y comprometido, como en Madrid, Valencia y Bilbao, entre otros sitios, ya que las galerías son como las personas. En Badajoz tiene una galería Ángeles Baños, quien estuvo el año pasado en ARCO, donde el comité es muy exhaustivo a la hora de aceptar galerías nuevas. Hacemos una labor muy buena como gente comprometida con el arte, aunque las cosas vayan mal. Quitamos dinero de otros lados para que el proyecto siga funcionando, ya que no podemos cortar a la mitad, porque pierdes al coleccionista que te sigue. Confío en que hay gente que tiene el punto de mira en tu espacio, pero no es tu momento… y creo que llegará ese momento, pero no sabes cuando. Por ello la perseverancia es muy importante. El ejemplo lo tenemos en la Galería Rafael Ortiz, que lleva más de 30 años y ha pasado por la crisis del 93 y otras más, por lo que han sabido comer barro y volver a resurgir. El secreto es que tu línea de trabajo y tu mantenimiento sean lineales, puesto que tu posicionamiento está ahí. Hoy día esa galería no estará vendiendo sus artistas jóvenes, sino los más consagrados, probablemente del Equipo 57, que es parte de la Historia del Arte de España, por lo que si un museo va a comprar algo hoy día busca un valor seguro y de este colectivo una buena pieza vale 30.000 o 40.000 euros. Las galerías jóvenes lo tenemos más complicado, porque no tenemos tantos valores seguros o la gente no los conoce y se nos vuelve más cuesta arriba. Intentamos minimizar gastos, ya que lo hacemos todo nosotros: limpiamos, montamos, trasladamos la obra…

¿Y en el plano internacional se repite esto mismo que en nuestro país, tanto en Europa como fuera del continente?

Cada país funciona de forma diferente. En Holanda es típico hacer subastas de arte, pero no grandes casas, sino gestores que hacen en la galería dos subastas al año con artistas noveles y conocidos. Con eso lo venden todo, ya que suele ir gente que prefiere gastarse 150 euros en una obra que no sea la lámina típica de una tienda de muebles, aunque el artista sea español y no esté arriba en el ranking, pero tienes una obra original en casa. Allí es algo habitual y aquí es impensable. En Dinamarca viven una situación similar a la de España al principio de la burbuja inmobiliaria, al igual que en Brasil, donde la gente se gasta fortunas en comprar a precios de escándalo. Yo ya sé en qué acabará eso, que la burbuja pinchará, pero los nuevos ricos se suceden como las economías emergentes, ya que es un recurso fácil la compra de arte. Tras la ruina de Brasil dentro de unos años surgirá Irán o Irak, por ejemplo, y todo el arte apuntará hacia allí. Esto va así, la vida es eso… Un nuevo rico se gasta mucho dinero para decir al resto del mundo lo rico que es, como un divertimento. Tienen acceso a las obras de Picasso y compran la marca, no al artista joven, e igual en unos años pueden sacarles beneficios si las meten en una casa de subastas. También están los grandes coleccionistas, quienes por lo general son cultos, están bien informados con asesores y no compran sólo por la inversión.

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Tanto tiempo hablando del mundo del arte y no te he preguntado aún por los artistas de tu galería. ¿A quién destacas entre los que has traído para exponer y dar a conocer estos años?

Todos son reconocidos en distintos niveles. Nosotros arrancamos con una exposición de Maleonn, un fotógrafo chino muy reconocido allí porque lleva trabajando muchos años en publicidad y en televisión. Su estética está muy ligada a su país y en Occidente nos parece muy colorido y pop, pero allí eso funciona muy bien. Hizo anuncios espectaculares que la gente no se acordaba luego del producto, por lo que consiguió tener fama mediática, además de tener una calidad excepcional como fotógrafo, lo que le ha llevado a trabajar con galerías de medio mundo. Es uno de los jóvenes artistas contemporáneos chinos con más proyección y mejor posicionamiento. Aquí sólo estuvo expuesto en una galería de Madrid en 2007, llamada Tribeca, que duró sólo un par de años, aunque la gente la recuerda porque tuvo muy buena programación…

También trabajamos con Francisco Reina, un joven artista de Sevilla, y como muchos españoles en la actualidad, vive en otro país, en Holanda, y no ha hecho su carrera aquí. Posee una buena trayectoria y ha sido colaborador de fotógrafos de primer nivel. Estuvimos con él en la Feria Casa Arte, en el Palacio de Cibeles, donde le dieron un premio de fotografía y vendimos una pieza representativa suya a un gran coleccionista. También ha estado expuesta Janneke Van Leeuwen, una artista holandesa que vive y tiene galería en Londres, la cual empieza a tener proyección. Y no me olvido de los fotógrafos nacionales, como Eduardo Nave, que trabaja con importantes galerías, como la de Pilar Serra, y ahora tiene obras en el Centro Andaluz de Fotografía de Almería y en PhotoEspaña también, ya que pertenece al grupo Nophoto, y Matías Costa, fotoperiodista también y con premios importantes de fotografía.

¿Has apostado más por los fotógrafos que por otros artistas?

No apostamos por la técnica, porque este espacio está centrado en las líneas de cada uno, es decir, yo concibo que el arte contemporáneo, el arte en general a lo largo de la historia, lo que queda luego de él es el testimonio de esa época. El arte es casi periodismo al reflejar lo que está ocurriendo. Y la contemporaneidad para mí implica eso: tratar temas que estamos mascando todos los días, en los telediarios, como la violencia de género, la corrupción o las guerras. Entonces a la hora de tratar proyectos se eligen en base a temas de hoy, por eso la técnica es algo accesorio y no deja de ser la herramienta para contar el mensaje. Pintores ahora me llegan menos, ya que se quedan en esa fachada del virtuosismo pintando y se alejan del mensaje. Hay otros que trabajan con temas más profundos y conceptuales, como la fugacidad, la muerte o la violencia de género, como la artista brasileña Beth Moysés, quien convocó en Sao Paulo a cientos mujeres con sus trajes de novias para una performance. Aquí en Sevilla se hizo también. Esta artista atribuye a los objetos el valor social que se le da, como la pureza y virginidad del traje. Todo resulta muy simbólico y conceptual, y es difícil encontrar la simbología si no la conoces.

¿Y veo por la sala audiovisual y por las obras expuestas ahora que buscas jugar con los formatos?

Sí, esta exposición habla de eso, del proceso del artista. Fernando M. Romero se considera pintor y a eso dedica su vida, pero resulta curioso que este proyecto es el proceso para llegar a la pintura final, con las instalaciones de vinilo para crear fondo y las fotografías, rotas algunas. A mí me interesa esa idea de la percepción de la realidad y de cómo el artista nos engaña en toda la exposición, a nuestros ojos, con planos y esquinas que no son, serpentinas de vinilo y sombras que se difuminan, en un continuo juego del artista. Es una idea de exposición simple y sencilla, una muestra de la visión del pintor y de cómo concibe la pintura. También hemos tenido otras exposiciones más documentales, pero todas tienen como conexiones, igual que cuando creas la colección, que diriges tu energía hacia ese punto.

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¿Cómo ves la irrupción de otro tipo de espacios artísticos en la ciudad donde se mezclan conceptos?

Desde el punto de vista personal veo bien que abran nuevos espacios, aunque sean híbridos, pero las galerías en Sevilla que merecen la pena son Alarcón Criado, Rafael Ortiz, AJG y, con matices, Birimbao y Delimbo. Esta última es una tienda de ropa con un espacio espectacular para el arte urbano y con artistas muy potentes, además de tener el espacio delimitado entre una y otra.

No obstante, nosotros somos sala de exposiciones y agencia de representación de artistas. Vamos a ferias a invertir en artistas que representamos para que se vea su obra, ya que allí se congrega mucha gente, para ver o comprar, no como aquí. La inversión para hacer esto es cara porque el precio de un stand para cuatro días puede ser de 30.000 euros, aunque hay ferias más pequeñas, pero con un nivel de repercusión también más bajo. Esos espacios híbridos no hacen esa labor. Son complementos, accesorios para dinamizar la tienda, algo que en una galería no puedes hacer, ni promover cursos ni vender material fotográfico. Un coleccionista serio no lo acepta y le resta prestigio al artista para comprarlo.

Sin embargo, está bien que den espacio a los jóvenes, ya que hay más artistas que galerías y todo el mundo tiene la necesidad de enseñar lo que hace. Es lícito pero no serio para el currículo del artista exponer en una tienda, aunque pueda sacar 300 euros. No es el planteamiento de una galería, que busca vender y promocionar al artista, además de mover su obra en colecciones. Es un arte más comprometido por el que apostamos, el que debe estar en los museos y en las grandes colecciones. El público de a pié se marea un poco, no es capaz de discernir el trabajo de uno y otro y desconoce como funciona una galería. Nuestro mundo es una cosa y luego hay un submundo de tiendas o espacios híbridos, que es otra. Esto puede parecer un espacio en blanco donde tenemos la vida fácil, esperando a que alguien entre. Pues por desgracia no es así, ya que nos faltan horas para preparar dossiers antes de ir a una feria, los currículum de los artistas, los proyectos específicos del stand y que éste lleve un concepto determinado para que no sean obras inconexas, seguros, transportes… Y es igual cuando promovemos exposiciones de artistas en otros espacios. Todo como parir una criatura cada vez que hacemos una nueva exposición, lo que implica un trabajo intelectual importante y físico también. No tiene nada que ver con el resto de los espacios. Hay gente que no encuentra la diferencia, pero ése entonces no es cliente nuestro. Además dudo que esos espacios sirvan de algo a los artistas. Nosotros tenemos clientes con un perfil determinado y en esos sitios es otro.

¿Es quizá por un problema de educación artística en nuestra sociedad, sobre todo en relación al arte contemporáneo?

El problema viene de base. Un ejemplo son los profesores de la Universidad, que no tienen curiosidad por los nuevos artistas o por transmitir las nuevas corrientes a sus alumnos. La educación parte mal desde la base, en el colegio. Por otro lado, se ha hecho mucho por la didáctica en los museos, con talleres y visitas guiadas especiales para los niños, quienes son muy analíticos a la hora de ver las obras. Resulta emocionante ver sus reacciones a esos estímulos, fascinados algunos, y es algo que necesitamos pero multiplicado por mil.

Por otro lado, esa falta de educación artística también existe en la administración. En el mundo del arte reclamamos una Ley de Mecenazgo, como en otros países como Estados Unidos, donde puedes deducirte los impuestos al comprar arte, algo que está muy bien visto socialmente. Allí los miembros de los museos pagan cuotas altas para que funcionen y tengan buenas exposiciones. En España se habló de hacerla pero no saben, no nos conocen y no somos una frutería, ya que no facturamos todos los días y tenemos pocas posibilidades de venta. Otro asunto es el de vender con un 21% de IVA aplicado a la obra de arte. Es mucho dinero según qué precio y tienes que hacer descuentos, por lo que se generan situaciones complicadas, como que cierres el trimestre y la facturación sea inexistente…

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Antes de irme quería decirte que no me dejas más tranquilo con la posibilidad de montar una galería de arte en la actualidad… ¿Cerramos la conversación con un mensaje positivo?

Esto es algo inestable, estamos todos pendientes de un hilo, aunque todas las galerías queremos continuar. En verdad seremos pioneros del que será el formato de galería en los años venideros. Un espacio físico se debe tener, ya que para vivir la experiencia de enfrentarte a una obra hay que estar delante de ella. Pero en este sector de economía y mercado abrir una galería es algo inviable que no recomendaría a nadie, sólo al que está soportado por mucho dinero detrás, cuenta con un equipo bien formado y prevé una proyección importante porque si no, te conviertes en una tienda de ropa. Es la realidad, no soy pesimista. Si lo fuera, la galería estaría cerrada hace tiempo. Somos luchadores, somos la resistencia. Todo se hace desde un sentimiento de amor por el arte, por descubrir nuevos artistas. Me llegan muchos dossiers al día, pero normalmente el proceso es a la inversa: las galerías serias suelen tener un proyecto, una línea de trabajo y en esa dirección buscamos artistas que nos pueden aportar. Se trata de localizar al artista que queremos potenciar o merece estar con nosotros y darle esa proyección. Amamos la profesión y el arte, y buscamos descubrimientos con trabajos de investigación y también tener dinero para poder llevar todo esto adelante.

Por Bosco Ferri // Fotos: Miguel Jiménez

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