El 5 es un número importante para la mitología china y el ingrediente básico de todo un subgénero del humor en la nuestra. En la columna número cinco de Amigo Félix, quiero celebrar contigo que todavía no he sido arrestado por protestar –recuerda que el pasado 29 de noviembre se aprobó la ley mordaza– hablando sobre cinco cosas que me hacen muy feliz porque no pueden petarlo más. Y creo que a ti también te hacen feliz. A todos.
No todo van a ser quejas y manías. En el fondo, mi madre tiene razón: soy una buena persona*. He intentado mantener la proporción de productos de consumo y cosas inmateriales y gratuitas. No lo he conseguido. No hay que ser materialistas, pero bien es cierto que un Sugu nunca te va a tratar mal.
1) Galletitas saladas con forma de pez. La vida es como una caja de Fiesta Mix, y si durante la Guerra Fría había galletitas saladas de la National Biscuit Company en todo refugio nuclear medio en condiciones, será por algo. Pero si me piden que elija entre los minipretzels con sus granitos de sal tostadita; los palitos de trigo; las galletitas redondas de toda la vida, y los pececitos, me quedo con los pececitos. Pocas veces lo he tenido tan claro.
2) La montaña. El último reducto de los que de verdad queremos desconectar, porque geográficamente es imposible estar conectado. Tanoréxico/a, te interesará saber que en la montaña hay menos –lo que queda de la- capa de ozono por encima de ti, y por tanto el sol tuesta más y más rápido que en cualquier playa. Cullen, lo bueno es que vuelves con colorcito, el suficiente para que te dejen de mirar mal. El aire trae filtro de Instagram incorporado.

© Félix Domínguez
3) Analgésicos. La homeopatía nos estafó. El yoga duele. La gente miente. La edad acecha y lo que ayer era una postura casual y divertida, despreocupada, pero lo suficientemente estudiada para ser sexy, hoy es un dolor de espalda que te cagas. Por todos estos motivos y muchos más los analgésicos son drogas legales que no paran de crecer en consumo y en volumen de producción, o eso dise la Organización Mundial de la Salud. En el mundo del arte contemporáneo, no eres nadie si no has pintado una caja de analgésicos; No me extraña.
4) El muy humilde lápiz HB negro y amarillo con la puntita roja, de Alpino. De niños, normalmente todos podemos dibujar y disfrutamos dibujando. Al acabar la enseñanza obligatoria, tenemos suerte si todavía sabemos que rojo + amarillo = naranjita. En caso de duda véase El Principito. Cualquier cosa que sirva para dibujar ayuda a estructurar y ordenar mejor tu visión del mundo, reelaborar conflictos internos y desarrollar habilidades geométrico-espaciales escasamente entrenadas en la sociedad actual. Y encima pareces más atractivo, aunque tengas un callo en cada dedo.
5) Dar consejos. Recibir consejos sin pedirlos es como ugh. Recibir consejos de gente que no son tus padres es doble ugh. Recibir consejos de personas que ni son tus padres ni se aplican sus consejos es peor que subir a un vuelo de Malaysia Airlines. Pero dar consejos mola. Te hace reafirmarte, te sientes requetebién. Es una pena que se hayan perdido esos consultorios de las revistas. Antes todas tenían uno. Era bonito.
A partir de hoy, si te apetece, puedes dejar tu queja, problema o duda vital o sentimental en el Twitter de Maasåi (@Maasai_Magazine) o en su perfil de Facebook (Maasåi Maasåi, y para que no se nos pierda tu aportación puedes usar el hashtag #amigofelix. Cuando haya suficientes, quiero responder las mejores en una columna especial. Las peores no, claro.
*En el fondo.
Texto e ilustración: Félix Domínguez