“El sábado por la noche yo no salgo. Me voy a quedar en casa tranquilita viendo una obra de teatro con cincuenta personas más”. [Oído que no escuchado en el número 14 de la calle Clavellinas]
Llegar a La Casa Ensamblá no es fácil. Salir de ella tampoco. En una de esas arterias que conforman el laberinto interminable del barrio de San Julián, justo al final de la calle Clavellinas, cuando parece que ya no hay salida, La Casa Ensamblá se erige como un centro de iniciativas culturales dónde las cosas se hacen despacio. Es difícil definir La Casa Ensamblá. No es una casa cualquiera, tampoco es una sala de teatro ni una academia de corte y confección, no alquilan habitaciones ni se puede pagar con dinero, es un lugar. Un lugar de esos con los que todos hemos soñado alguna vez. Un lugar con espacio para hacer y dejar hacer. Un lugar abierto donde sus habitantes se sientan a escuchar ideas, creaciones e iniciativas, sin prisas, con toda la pausa de quien está comprometido con un proyecto y quiere que las cosas se hagan bien.
A simple vista La Casa Ensamblá es un edificio como otro cualquiera. Tiene dos plantas, una azotea y un patio interior que a modo de claustro da luz a todas las estancias. Quizás en esa cotidianidad aparente resida todo su encanto. Cuando uno atraviesa sus puertas no tarda mucho en darse cuenta que es un inmueble en constante transformación, donde entra y sale gente que piensa, que sueña y que construye, dando como resultado un espacio vivo en el que se palpa la creatividad reinante.
Desde hace unos meses Carol González y Juansa García son los responsables de que el número 14 de la calle Clavellinas se esté convirtiendo en un nuevo contenedor cultural. Fue a finales de agosto del año 2013 cuando idearon la idea y en noviembre del mismo año lograron ejecutarla. Desde un principio tenían muy claro lo que buscaban: alquilar una casa, una casa grande que les permitiera albergar su propia vivienda y disponer de espacio suficiente para crear. Es así como nace la Asociación Sociocultural La Casa Ensamblá y como su sede se ha convertido en refugio de todo tipo de proyectos propios y ajenos. Reflejo de todo esto es la consolidación de una programación interesante y estable que poco a poco se abre paso en la agenda cultural sevillana. Para el que quiera utilizar cualquiera de sus espacios no hay tarifas, ni normas, ni reglas a las que atenerse. En esta casa la única organización válida parece ser la aplicación del sentido común. El sentido común entendido como un concepto amplio donde entran en juego la cooperación social, el intercambio de experiencias o el enriquecimiento mutuo. Que por el uso de una sala, la azotea o el patio interior no haya un precio establecido, no quiere decir que su utilización sea gratis. En este punto reside la magia de esta casa, cada uno aporta según su propio compromiso, consigo mismo y con todo el proyecto.
Llamó a la puerta, me atiende Juansa y me invita a pasar. Me lleva a su cocina y me ofrece un té. Me siento y le escucho.
¿Cómo nace la idea de esta casa?
Creo que nace por dos lados diferentes. Caro y yo coincidimos en una comida, Caro es mi socia en esto. Y lo que son las comidas, comenzamos a beber y a reírnos, surgieron las inquietudes de cada uno y dio la casualidad que los dos teníamos una en común: tener una casa donde se pudiera crear cultura, un espacio cultural que albergara diferentes aspectos como el cine, la poesía, el teatro, los temas asamblearios o el apoyo a los temas sociales que nos interesan.
¿Cómo os conocisteis Caro y tú?
Hace un año, conectamos muy rápido y nos hizo gracia tener esa idea en común. La inquietud de base es la misma, si bien Caro tiene una tendencia más social y yo más cultural.
¿Por qué este sitio en esta zona de Sevilla?
Realmente esta casa no la encontramos nosotros. Teníamos la idea del sitio aunque fueron los compañeros de la Asociación Agora XXI los que la localizaron. En un principio nos plantearon que nos uniésemos ya que teníamos un proyecto muy parecido, pero por temas de disposición y agenda al final no coincidimos. Considero que si hay una zona en Sevilla donde se pueden desarrollar temas sociales y culturales es esta, es decir, el área que engloba San Luis, Pumarejo y Alameda. Casas en alquiler había muchas, pero casas como estas, tan espaciosas y con tantas zonas comunes, son difíciles de encontrar.
Descríbenos físicamente la casa
Cuando accedes desde la calle te encuentras con un largo pasillo que desemboca en un patio central. La primera puerta a la derecha es un garaje que está pensado como aparcamiento de bicicletas y que también hace las veces de trastero. El patio dispone de luz natural y funciona como recibidor, lugar de reunión y distribuidor. A su vez, también sirve de lugar de exposición aunque en este sentido damos total libertad: los artistas disponen de toda la casa para instalar sus obras donde más les interese. Tras el patio, al fondo, se encuentra situado el espacio más grande de la casa, un salón multiusos con espacio para casi 100 personas. En el primer piso está nuestra vivienda particular y arriba del todo disponemos de una gran azotea en la que este verano queremos empezar a programar.
¿Quién vive en esta casa?
Actualmente vivimos cuatro personas y falta un quinto inquilino que está en la India. La verdad es que hemos tenido mucha suerte. Clara, que es escritora y canta en un coro, participa directamente en el proyecto y Marta y Virginia, que casualmente las dos son arquitectas, aunque no forman parte del proyecto se han integrado perfectamente en la dinámica de la casa.
¿Cómo habéis encontrado a los inquilinos?
Ha habido un poco de todo. Ha venido gente a través de amigos y de anuncios. Algunos salían espantados de pensar en vivir en una casa así y, todo lo contrario, a otros les apasionaba la idea de poder bajar en pijama y ver una obra de teatro con 50 personas más. Para ellos esto no tiene precio.
¿Cómo funciona La Casa Ensamblá?
Tú tienes una idea a desarrollar (una obra de teatro, un taller, una exposición, etc…) y necesitas un espacio para ejecutarla. Vienes, nos sentamos y vemos cómo y en qué zona de la casa podemos llevarla a cabo. No pedimos nada a cambio, únicamente que el proyecto sea sostenible. Aquí no hay tarifas ni porcentajes establecidos. Siempre hablamos con la persona para que aporte y colabore según lo considere, pero ya te digo que nunca hay nada establecido.
Y ¿funciona?
Por suerte hemos tenido muy buenas experiencias en ese sentido. Cuando hemos dado la oportunidad a los demás de dar algo según sus posibilidades o según haya ido el desarrollo de su proyecto siempre nos hemos llevado muy gratas sorpresas.
Para nosotros es muy importante desarrollar el autoempleo cultural y asociativo en la casa, de hecho es el lema de todo este proyecto. Defendemos la idea de que la gente pueda vivir de realizar sus propias actividades socioculturales, por lo que siempre procuramos que los promotores sean los que se lleven el máximo beneficio posible.
¿Se puede pagar de alguna otra manera?
Muchas veces si el volumen económico de la actividad es muy bajo aplicamos la filosofía del trueque. Es decir, a cambio de la cesión del espacio aceptamos algo que nos pueda interesar: nos pintan una puerta, nos hacen unas cortinas o nos sacan unas fotos, de esta forma ganamos todos. Primero porque todo el aporte económico de la actividad va para la persona que la desarrolla, y segundo porque a nosotros nos permite seguir mejorando y manteniendo la casa.
¿Qué actividades desarrolláis?
A nosotros nos definen como contenedor cultural, aunque no sé hasta qué punto podemos llegar a serlo. Hasta el momento hemos desarrollado actividades socioculturales principalmente en el ámbito de las artes escénicas y exposiciones colectivas, aunque no somos una galería ni lo pretendemos ser.
Mejor te defino lo que resume nuestra programación: personas y compañías que tienen talento y quieren expresarlo en la casa. Ha habido y hay un poco de todo, música, teatro, talleres, yoga…, siempre basado en el autoempleo.
Actualmente, ¿qué ofrecéis?
Como te podrás imaginar la programación de un sitio como este está en constante construcción. Ahora mismo estamos ofreciendo talleres de costura, escritura, fotografía, taichí, yoga e improvisación teatral….y durante los fines de semana tenemos programado espectáculos de música y teatro. Además, estamos ultimando un taller de restauración en la propia cocina de la casa que va a ser muy interesante.
El edificio y sus habitantes nos adaptamos a cualquier formato, no hay un escenario establecido y, si hace falta, desmontamos todo para acoplarnos a las exigencias de la producción.
¿Cómo os organizáis?
Todos hacemos de todo, incluido los propios actores. Desde mover muebles, montar escenarios, limpiar o cobrar la entrada. Lo importante de esta casa es que no hay nada preestablecido y que todos participamos para que la actividad salga bien.
¿Cuánta gente trabaja en la casa?
El equipo es muy itinerante. Actualmente estamos Caro, Clara, Laura y yo, aunque mucha gente que viene a desarrollar alguna actividad se enamora de la filosofía de la casa y se queda colaborando con nosotros. Normalmente hacemos una reunión cada 15 días para analizar los problemas y desarrollar las diferentes líneas de trabajo.
¿Quién se encargó del diseño/decoración de la casa?
El diseño fue totalmente aleatorio. Opinión de todo el mundo. Algunos muebles ya estaban, otros los hemos reciclado o recopilado, y la gran mayoría nos los han dado o cedido. La idea principal fue crear un espacio cómodo y diáfano. Nada de sillas de plástico, desde un principio queríamos crear un ambiente diferente en el que la gente estuviera cómoda; de ahí, la cantidad de sofás de que disponemos.
¿De dónde sale el nombre de La Casa Ensamblá?
Hubo una guerra de ideas, aunque desde un principio teníamos claro que la palabra casa debía aparecer. Un día nos sentamos y pensamos que, al ser un sitio dónde se ensamblarían diferentes proyectos y actividades y al estar tan cerca la calle San Blas, el nombre idóneo era el de La Casa Ensamblá. En definitiva es un juego de palabras entre la localización y el contenido. El logo, que refleja todos estos aspectos, ha sido obra de la diseñadora Antonia Montoro.
Y lo de despacio cultural ¿a qué se refiere?
No montamos nada con nadie que no se siente a tomar un café con nosotros. Consideramos que si no puedes parar ni media hora para charlar de tu proyecto, no nos merece la pena abrirte las puertas de la casa. El proyecto se convertiría en un negocio y no queremos que esto se transforme en un lugar para hacer negocios. Además somos amantes del movimiento slow y, en vez de nombrarnos como espacio, decidimos llamarnos despacio cultural, por lo lento que íbamos con todo.
¿Teníais alguna experiencia previa?
No teníamos ningún tipo de experiencia. Desde un principio nos planteamos, si sale bien, bien; si sale mal, aprendemos y la próxima vez lo montamos mejor.
Después de casi dos horas charlando con los gestores de La Casa Ensamblá, la ilusión y el entusiasmo con el que me hablan de su proyecto me contagia. Me contagia hasta tal punto que antes de irme les planteo un par de actividades. Su respuesta no me sorprende: Será cuestión de tomarse un café y ponernos a trabajar.
Hacer y dejar hacer, de eso no me cabe duda. Salgo de la calle Clavellinas, giro por la calle San Blas, vuelvo a girar a la derecha y levanto la vista. Voy por la calle Maravillas. Decididamente esta gente ha sabido dónde construir su casa.
Por Marcelo Sartori desde La Plaza del Pelícano // Fotos: Miguel Jiménez
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