Bea Sánchez, “Si me aburro, malo. Terrible. Peor”

Texto: Daniel López García // Fotos: Miguel Jiménez

 

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Bea Sánchez (Jaén, 1986, residente en Sevilla) está construyendo una de las carreras más sólidas e interesantes del actual panorama artístico en España. Ya sólo como espectador de su obra, uno puede intuir la firmeza de su propuesta al enfrentarse a ella. Si, además, se adentra con cierta avidez en su trabajo, la perturbación por lo expresado seguramente sea la conclusión lógica. En mi caso, hablar de Bea Sánchez entraña una contradicción fabulosa. Desde el plano de lo subjetivo, el resultado es sencillo, al emerger una perspectiva apasionada por lo que la artista expresa, habiendo sido previamente absorbido por la intensidad de sus trabajos; desde un punto de vista objetivo, me encuentro ante el difícil reto de apartar ese prejuicio para presentar un retrato de la artista donde sean su visión y sus palabras las que sostengan la relevancia de la que les hablo. Me voy a fiar de ti y me voy a poner en tus manos, me dice Bea cuando le comento los términos en los que cifro mi objetivo con esta entrevista. Les invito a que se dejen llevar por este loco de la obra de Bea Sánchez.

Bea, me gustaría comenzar por el principio de todo. ¿Cómo fue tu infancia?

Yo la describiría como una infancia muy feliz, muy familiar. Tengo la suerte de tener a mi familia completa. Pasábamos el verano en el campo con animales siempre. Por ejemplo, yo tenía gallinas y las cuidaba como si fueran mis perritos. Dormían conmigo, me seguían. Era una cosa muy bonita. Y metiéndonos en mi relación con el arte, mi padre y mi madre estudiaron arte y oficio. De mi madre he visto poco, porque ella tiraba más por el tema del teatro, pero siempre han tenido esa impronta artística. De mi padre dicen que se le recuerda mucho por un Moisés que hizo en escultura y que luego rompió. Estas cosas que hacen los artistas. Ellos estaban dentro de la bohemia de Jaén con sus fiestas, se relacionaban con otros artistas y demás. Así que cuando ellos salían y yo los acompañaba, íbamos a los estudios de los artistas. De esta forma, desde pequeñita he estado viendo talleres y estudios de pintura, yendo a museos los fines de semana. Tuve a mi alrededor mucha bibliografía de arte que yo luego copiaba, y, por lo tanto, siempre he tenido ese remanente artístico muy cercano.

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Entonces, podríamos decir que esa fue tu entrada en el mundo del arte.

Sí, claro. Además en mi infancia me sucedió una cosa que te cuento como una anécdota. Cuando tenía diez años tuve depresión infantil porque me aburría en clase. En aquel entonces, los encargados de mi educación investigaron tratando de averiguar si sucedía algo en mi casa, algo traumático que lo explicara, y eso era algo que no estaba sucediendo en mi familia. El caso es que yo en clase psicomatizaba. Decía que me dolía la barriga, y luego no tenía nada, y todo era simplemente porque me aburría. Para resolver esta situación, llegaron a un acuerdo los profesores y mis padres por el que, una vez terminada la lección, podía ponerme a leer un libro o a dibujar. Cuando esto sucedió, comencé a pasarme las clases dibujando. Tengo un recuerdo de estar dibujando siempre. Incluso de llegar a mi casa y ponerme a dibujar en el suelo, y no darme cuenta de que el tiempo pasaba, y de tener a mi madre riñéndome todo el día y diciendo “chiquilla, ponte en la mesa”.

Por lo que me cuentas, tu relación con el arte, a través del dibujo y luego la pintura, empieza tan atrás que se desdibuja en el tiempo. ¿Pero en qué momento o con qué obra tomas conciencia de que estás desarrollando una obra propia?

Pues creo que en el último año de carrera. Tuve la suerte de que Paco Lara, uno de mis profesores, habló de mí a una galerista –a Gabriela Aeberhard de la desaparecida Murnau Art Gallery- que estaba buscando gente joven. Le presenté varias cosas, y entre ellas un cuadro que tuvo muchos novios pero que con ninguno cuajó y que finalmente decidió no venderlo a nadie y quedárselo para ella. Y esa obra fue la que me desveló que había un interés, que lo que yo hago puede funcionar y puede tener un público y unos espectadores.

Siendo de Jaén, donde comienzas tus estudios en Artes y Oficios, ¿qué es lo que te trae a Sevilla para seguir tu formación en Bellas Artes?

Pues decidí venir a Sevilla porque decían que donde te enseñaban a pintar de verdad era en Sevilla, y que en otras facultades te dejaban tanta libertad que luego no tenías base. Luego también pensé que ya que me iba de casa, me iba lejos. Vine a visitar la facultad con mis padres y coincidió que era la semana cultural. Se quedaron un poco asustados los pobres cuando vieron lo que allí se montaba, y me decían “por favor, tú no vayas a ir en pijama a la universidad”. Pero desde luego, hoy me alegro muchísimo de haber venido a estudiar a Sevilla. Ya una vez aquí decidí no volver a Jaén porque allí no hay oportunidad artística alguna. No hay ni una sola galería y los artistas que son de allí, gente como Juan Francisco Casas que es un artista reconocido internacionalmente como uno de los mejores de España, no han tenido ni una exposición en Jaén.

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¿Y cómo fue tu experiencia estudiando en la facultad de Bellas Artes de Sevilla?

Yo creo que fue buena. Luego hay extremos, porque conoces a profesores que son muy inteligentes sobre todo en la parte teórica, y luego profesores que desgraciadamente te quitan las ganas de seguir estudiando la carrera, lo cual es una pena. Afortunadamente, algunos ya han desaparecido del plan y, como pasa en todas las universidades, se ha acabado regenerando. Depende de la línea que cojas y de los profesores que tengas el grado de satisfacción de la experiencia. Una de las cosas más llamativas de esos años, y que es otro aspecto negativo de mi paso por la facultad, es lo poco que se habla de arte contemporáneo durante esos años. Parecía que eso eran cosas que pasaban muy lejos, en Nueva York o en Londres. Por eso cuando termino, una de las cosas que más me sorprende es darme cuenta de la cantidad de artistas que hay en Sevilla y en toda Andalucía.

Terminas la facultad con los máximos honores: Premio al mejor expediente de tu promoción, Premio del Ayuntamiento de Sevilla, el del Rectorado y el Premio Universitario de la Real Maestranza de Caballería. ¿Tuvo todo esto alguna incidencia en tu obra y tu carrera?

No, ninguna, en mi obra cero. Tuvo incidencia en tanto en cuanto conseguí la beca que yo quería de investigación y no tuve problema alguno para ello. Esos premios te dan beneficios a la hora de entrar en la universidad, que es el otro camino que yo he estado trabajando paralelamente a la pintura. Pero para la pintura no sirven para nada porque ni siquiera son premios económicos. Son menciones, actos, te dan una medalla y te hacen una foto que sale en los periódicos. Creo que el Real Maestranza de Caballería sí tiene dotación económica pero no recuerdo la cantidad, era algo simbólico. Lo que prima ahí es la comida, que está el Rey, luego sales en el Hola… en definitiva, mucho espectáculo pero nadie viene a ofrecerte luego un trabajo. Y lo cierto es que si eso te abre puertas dentro de la facultad, luego se me comenta que a mí me esperan como unos diez años para poder acceder a una plaza de profesora. Entonces, te abre puerta pero en la lejanía. Puedes ser la mejor en todo pero nadie te ofrece un puesto de trabajo.

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Al terminar la facultad, y con esos precedentes, comienzas una intensa actividad profesional y vital, concentrada en cuatro años: recibes el encargo de pintar una parroquia en Jaén, inicias tu tesis doctoral basada en la figura de María Magdalena en la pintura del XVI y el XVII, realizas tu primera exposición individual Me haces crecer y formas tu propia familia. ¿Cómo fueron esos años?

Correcto, lo has dicho muy bien. A mí es que me viene todo de golpe. La beca de investigación fue una suerte porque esa beca sí está remunerada, trabajas para la universidad, y te puedes permitir trabajar en el estudio. Soy una persona muy organizada en cuanto a gestión del tiempo, y compatibilizaba lo que es la investigación con la creación porque realmente no se necesitan cuatro años para realizar el trabajo de tesis. Lo de ser madre… Yo me peleo mucho por la conciliación familiar dentro del nuevo discurso de mi obra, no creo que la familia deba rechazarse ni considerarse un obstáculo. Tengo la suerte de tener un marido que es fantástico, él es cantautor y comprende el mundo de la creación. Yo siempre he dicho que no podría salir con un pintor, porque me volvería loca, pero sí con alguien que entienda el proceso de creación, la necesidad de horas de trabajo, de continuidad, y, en ese sentido, he tenido un apoyo grandísimo por su parte. Y él ha cuidado de mi hija tanto como yo.

Me gustaría ahora que repasáramos los proyectos que se concentraron durante ese periodo. Las pinturas que realizas para la parroquia de Santa María Madre de la Iglesia obviamente giran en torno a lo religioso. ¿Cuál fue la perspectiva que tomaste a la hora de enfrentar este encargo?

Para mí el encargo iba en una dirección muy concreta y que yo conozco porque profeso la fe. Además, mi tesis que trata sobre María Magdalena, como has dicho antes, y en esos momentos estaba investigando y leyendo todos los textos relacionados, tanto de la Biblia como textos gnósticos, y por lo tanto era un discurso en el que estaba bien situada tanto iconográficamente como homiléticamente, y fue más fácil entrar en ese tema. Cada vez que abordo uno de los personajes que aparecen en las pinturas de esa iglesia conozco que es lo que hay detrás de ellos. Sí que me interesó abordar toda la iconografía desde un punto de vista amable, porque aunque nos basamos y partimos de la iconografía rusa y bizantina en su diseño, queríamos desligarnos de ella en tanto no generar ese tipo de Dios dominador, ni esa rigidez, sino crear escenas familiares, marcadas por un sentimiento de felicidad y de amistad. Por ejemplo, cuando se habla de los apóstoles quería incidir en la relación de amistad entre ellos. Sí que es cierto que eché mucho de menos el pintar a más mujeres porque sólo aparece la virgen María, pero eso se debía a una demanda del encargo, quedaba fuera de mi mano.

Sin duda, ese tono más amable es evidente en el trabajo. Parece como si trataras tu pintura desde un punto de vista pedagógico y no tan doctrinario, desde una perspectiva más humana.

Sí, se trataba de introducir dentro de un estilo como el bizantino una gestualidad más amable y una interrelación entre los personajes. Por ejemplo, en la última cena aparecen muchas manos entrelazadas, todos se están tocando los unos a los otros de tal manera, excepto Judas que está abandonando la habitación, que están todos interconectados. O la sagrada familia que se trata de un abrazo entre padre, madre e hijo, donde el niño es un niño que sonríe, que juega y que está de pie. No es un niño que esté bendiciendo como en otras representaciones, y claro, ahí está presente ese tratamiento más humano que tú planteas.

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Me acabas de hablar de la ausencia del personaje de lo femenino en el encargo, y en esos años estás investigando el personaje de María Magdalena en la pintura. ¿Qué descubrimientos haces en relación a este personaje?

Pues descubro que ha sido muy maltratada. De hecho, la tesis se basa en desmontar la idea de prostituta de María Magdalena, puesto que no lo era. Cómo a través de homilías de ciertos papas de la iglesia se fue generando una imagen errónea de María Magdalena, de tal manera que se ha mezclado con otras geografías y personajes hasta convertirse en un personaje que no es real pero que todo el mundo se cree. Hoy en día cuando le preguntas a cualquiera sobre Magdalena todo el mundo te cuenta la versión de las películas, que es la de prostituta. Cuando trato de desmontar todo eso, descubro que hay una denostación a la mujer en la Iglesia, que por otro lado tampoco es nada nuevo, y eso se refleja en la pintura. Eso me pareció muy triste, ver una cantidad de obras donde la única que está bien tratada es la virgen María, que pinta mucho menos y aparece mucho menos en la Biblia que María Magdalena. Es muy triste, pero María Magdalena es un personaje que no interesa por el hecho de ser mujer. Sobre todo en los textos gnósticos, aparece que ella es la que mejor entiende el mensaje de todos los apóstoles, pero para la visión masculina de los padres de la iglesia no interesa que una mujer tenga más capacidad intelectual que un hombre.

De hecho, en tu tesis escribes lo siguiente: “Esta tesis no pretende ser una apología hembrista, sino una declaración feminista a favor de la igualdad de género en los textos bíblicos”. ¿Cuál es la visión crítica que planteas?

Es que a veces llegamos a unos extremos en que del feminismo nos pasamos a posturas hembristas, donde la mujer aparece expresada como “más qué”. Esa no era mi idea. Mi idea era plantear cómo desde el mensaje que Cristo daba, había un equilibrio absoluto. De hecho, Jesucristo en su mensaje ignora el sistema sexo-género. Quería irme por ahí, que no pareciera, dentro de que yo sabía que estaba haciendo una tesis de género, no quería que pareciese que estaba haciendo una defensa de la mujer por encima del hombre. Quería plantear mi discurso feminista desde la igualdad. Pero a partir de ahí ya me voy calentando y me meto con el tratamiento de la mujer en el arte contemporáneo. Además, leí mucha bibliografía de mujeres que abordan el tema, frente a la bibliografía y la visión que han dado otros hombres.

Ya en 2010 tienes tu primera exposición individual Me haces crecer, donde, desde mi punto de vista, se dan encuentro varios universos: la infancia, el pasado, el amor, todos ellos vertebrados por un marcado tono autobiográfico. ¿Cómo fue su proceso de creación y qué temas la atraviesan?

Como tú bien dices se trata de algo muy familiar y muy personal. Yo quería hacer un homenaje a mi familia por el apoyo que había recibido, y, de alguna manera, quería devolver a mis padres lo que habían hecho por mí, y la exposición se basa en la vida de James Matthew Barrie, el escritor de Peter Pan. Él no llegó a crecer más de metro sesenta porque le faltó el afecto de sus padres. De hecho, está clínicamente demostrado que sin afecto los niños pueden tener problemas de nacimiento. El Me haces crecer va en ese sentido. El amor que me dieron y el sistema familiar que generaron para mí mi familia es lo que me ha hecho a llegar hasta aquí. Fue mi manera de agradecerlo, fue una exposición muy tierna.

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Bea Sánchez. «Te protegeré»

Me haces crecer, además de pintura, contó con una instalación con cojines cosidos y pintados a mano que conectan tanto en la forma como en el sentido con la artista Louise Bourgeois. Ella plantea en su obra la necesaria recreación en el pasado como forma de estar activa y la búsqueda como un encuentro, y por ello cose y tapiza como su madre y su padre, respectivamente. ¿Cuánto de esto que te cuento en relación a Bourgeois hay en esta obra?

Pues mira, además, has acertado mucho con Bourgeois porque aparte de que yo la tenía de referente, mi abuela fue modista, y las tardes las pasaba en su casa rodeada de retales y estampados, que son cosas que están muy presentes en esta obra. Yo aprendo a coser por ella, y cuando comencé la carrera ya tiré por el uso de los tejidos y los estampados, y los seguí recuperando más tarde. Por otra parte, tuve una profesora en el instituto que nos decía que si queríamos escribir bien y ser creíbles, debíamos escribir sobre aquello que conocíamos. Entonces, a la hora de buscar en la infancia, por ejemplo, el tejido era algo que yo conocía y tirar por ahí me parecía muy sincero y muy justo con respecto a mi recorrido. Y me puse a pintar y a coser cojines, y de hecho, ahora voy a recuperar el trabajo con el tejido de nuevo.

En cambio, tu siguiente serie de cuadros La gnóstica, sí parece tener una relación muy clara con el trabajo de investigación sobre María Magdalena que realizas esos años. ¿Cuál es la relación entre la investigación y esta colección de cuadros?

Pues están completamente ligados porque yo pretendía hacer una serie que formara parte de la tesis, de forma que la tesis no fuera sólo un desarrollo teórico, sino que tuviera una parte de producción pictórica. En un principio, mi tesis iba en la línea de las inteligencias múltiples de Howard Gardner y quería vincularlo a la educación universitaria de Bellas Artes. Pero me aconsejaron muy sutilmente que mejor que no tocara esa tecla [Se ríe.] Entonces, me metí en este otro tema, y sí que es una obra que está dirigida específicamente a acompañar la tesis. También es verdad que tienes tantas lecturas de imágenes que al final como que necesitas abordar el tema sobre el que lees e investigas plásticamente.

De hecho, relacionado con esto último, tengo la impresión de que en esas obras conviven diferentes tradiciones o estilos pictóricos. Según tú, ¿cuáles son los que están presentes?

Sí, la tesis se desarrolla entre el siglo XIV y XVIII, hay mucho de barroco pero también en algunas dejo entrar pinceladas contemporáneas en tanto que revisión. A veces, juego con la propia ironía del icono que se ha generado. Por ejemplo, el de Magdalena como mujer rubia vestida de rojo que representa el mal. Precisamente, planteo eso como una exageración con tal de decir justo lo contrario.

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En El tercer viajero, tu siguiente colección de cuadros, se evidencia una depuración de tu técnica en relación a las anteriores, al mismo tiempo que sigue latiendo una pulsión cada vez más personal en tu pintura, manifestada en una exploración cada vez más íntima. ¿Cuáles son las tradiciones y estilos que se dan lugar en estas piezas?

En esa serie bebo mucho del cine, y del cine de los setenta y ochenta cuando todavía la cámara y la imagen no era tan perfectas. Mi hermano es un fanático de comprarse las últimas versiones de películas remasterizadas y en los últimos formatos, y cuando llego a su casa y me las pone en esos nuevos formatos siempre pienso que es terrible esa definición tan exagerada de los rostros. No disfrutas de la película, estás como mareado. Aprecio mucho en una película de los setenta esa línea borrosa que tenía, donde no había una definición perfecta, pero la película era bellísima. Eso es lo que yo quería llevar a la pintura. De hecho, a mí me molesta que digan que soy hiperrealista, porque no creo que mi pintura vaya por ahí. No es fotográfico, y cuando te acercas hay mucho de efecto de difuminado, de borroso, de ese cambio de fotograma donde se mezclan unos con otros. Muchas de las imágenes con las que yo he trabajado parten de películas e intento capturar esa visión. También hay mucho de simbolismo. Tenía una profesora que decía que era la surrealista, y yo decía “surrealista no soy, los surrealistas no me gustan ninguno”. Siempre me he pensado más cerca del simbolismo porque hay mucho de imágenes con definiciones ocultas, animales y demás.

De estas piezas llama la atención la intensidad de las situaciones que expresan. El elemento central es la figura de la mujer enfrentadas a realidades que parecen superar su condición humana (de espaldas al espectador frente a un glacial que se parte en dos, recibiendo un beso de una figura que contiene el cosmos o junto a la sombra de un caballo que la supera en tamaño).

La verdad es que hay algunas como la del caballo que son un poco violentas, tienen un punto de profundidad que las vuelve un poco oscuras. Creo que en ese sentido me he ido aclarando con el tiempo, pero conforme buscas atrás en mi obra se evidencia esa oscuridad que estaba presente en mi obra. En esta serie hablo de las cosas que no se cuentan. El artista te cuenta una descripción de su obra, pero aparte hay una parte que nunca llegas a conocer, ni hay necesidad de contarla ni al espectador le interesa, porque el espectador es más feliz con la imagen que él se genera con el cuadro que la que tú le cuentas. De hecho, a veces se puede dar que le desmontes un mito que ellos tienen con el cuadro. En ese del caballo, yo hablo de la ausencia. Una ausencia sentimental, a nivel de pareja, y es como un caballo enorme y pesado en la cama que no tiene ni siquiera sombra porque no es real. Sombra tiene ella, pero no el caballo. Habla de cosas que no son reales. Incluso de sentimientos que son más difíciles de llevar a lo físico, como la ansiedad o la soledad, sentimientos mucho más complejos que no abordas públicamente si tuvieras que dar una explicación pública de tu trabajo. Pero todos los artistas están llenos de ellos, todos hacen obras con lo que cuentan y lo que no, y ese es El tercer viajero, la persona que está oculta y que no se muestra.

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Desde mi visión de tu obra, El tercer viajero me genera perturbación y creo que ahí es donde radico una belleza que no se explica con palabras. En un intento de acercarme a ella te la puedo definir como un vórtice que absorbe todo lo anterior y te impulsa a otros lugares. ¿Hasta qué punto se trata de un punto de inflexión en tu obra?

Sí, desde luego para mí supuso un punto de inflexión. Esa serie es con la que yo creo que estoy siguiendo un buen camino. Desde entonces es la que creo que va más con lo que quiero decir. Por entonces, comprendo algo que me acompaña todavía: a mí me da mucha rabia los artistas que dicen que crean para sí mismos y hablan de su mundo, y el que no lo entienda pues que se aparte del camino. Yo creo que no. Nuestra labor es más social. Tú estás generando un objeto de deseo para alguien, y yo lo que quiero es generar ese sentimiento en esa persona que lo desee tanto que quiera llevárselo para su casa, que lo quiera. Entonces, no puedo ignorarlo, no puedo obviar lo que pueda pensar. Evidentemente, no creas para la persona, cuentas tu experiencia y tienes en cuenta al público. También es verdad que es la serie que surge a partir de que soy madre y, evidentemente, hay cosas que a partir de ese hecho las ves con más claridad. Por ejemplo, te haces preguntas que no te habías hecho antes y tienes un tiempo que vives de manera muy particular. Durante el tiempo de lactancia tuve mucho tiempo para darle vueltas a la cabeza. De hecho, el uso de los pájaros en esta serie surge del propio proceso de ser madre, y de alguna manera sentirse liberada aunque sea teóricamente en la obra, porque pasas mucho tiempo en casa. Al final, la maternidad y la crianza supone dependencia del niño respecto a ti, por eso empecé a pintar pájaros, y espacios y universos, como necesidad de crear un mundo paralelo al que te sucede.

Tu siguiente colección de piezas, El cadáver oculto, en cierto sentido, sigue la senda iniciada por El tercer viajero profundizando en algunos aspectos pero, a la vez, dirigiéndose a otros. El uso de lo simbólico está presente pero se trabaja por yuxtaposición de imágenes. ¿Qué novedades presenta esta serie respecto a la anterior?

Pues mira, yo soy mucho de collages, y supongo que al final eso se filtra en la pintura. Lo digo mucho, que lo que yo hago son collages pintados. Rescato imágenes y las caso de tal manera que me generen la sensación o la historia que yo quiero narrar. Estoy muy influenciada por Jeff Koons, y dentro de que lo que yo planteo es menos pop que lo que él hace, sí comparto esa lógica de fundir imágenes que viene de algo tan básico como el collage. Yo trabajo con un archivo inmenso de imágenes y hay algunas que es que me piden que las junte. [Se ríe.] Nacieron para estar juntas y me tocaba a mí hacerlo.

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Ya tu siguiente colección de piezas, El artista capaz, mantiene algunas líneas presentes en las anteriores pero sí que supone bastantes novedades. Por ejemplo, tanto El tercer viajero como El cadáver oculto son exclusivamente óleos, mientras que en El artista capaz introduces de nuevo el dibujo o la intervención sobre fotografía…

Has estudiado mucho tú [Se ríe.]

Bueno sí, me he mojado bastante. En fin, coméntame cuáles los objetivos que perseguías con esta serie.

Pues la serie completa parte del hecho de que a mí me gustaría ser oradora motivacional para artistas. Esto que aquí en España es un perfil como el de un charlatán, en Estados Unidos está muy bien valorado. A raíz de que doy clases en la universidad y me encontraba con cada alma que no se levantaba del suelo, tuve la sensación de que podría ser una oradora para motivar. En esta serie quería centrarme en el artista emergente, el mundo en el que yo estaba entrando, y hacer otro homenaje pero esta vez a los compañeros. Es un mensaje de ánimos, todo es motivacional, todo es ensalzando al autor, hay mucho de ironía.

Eso te iba a decir. Hay motivación pero a la vez una visión irónica para nada cándida.

Sí, hay mucho comentario o frase ácida respecto a lo que luego te encuentras en este mundo. Pero sobre todo de intentar ser un acicate. Moviéndome en los parámetros de intentar hacer una serie que fuera divertida, quería generar esa sensación de que la vocación es posible, ya no sólo dentro del mundo del arte porque parte de esto, sino que al final acaba hablando de todo lo que es vocacional y todo el que apuesta por su deseo.

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Bea Sánchez. «Soy capaz»

¿Te puedo hacer un comentario?

Sí, claro.

Es evidente la parte motivacional y de homenaje al artista emergente, pero considero que el uso de la ironía es tan fino como inteligente, y al mismo tiempo estas obras llevan ínsitas una crítica. Sitúo esa crítica en cómo se ha instaurado el concepto de lo emergente dentro de la escena del arte actual, presentándose como un espacio vacío donde todo cabe y que abarata la obra y se acerca a un público distinto, pero que acaba instaurando unas dinámicas propias de galerías, donde no todo el mundo entra, y afecta a los formatos y, por tanto, al disfrute y la calidad de la experiencia artística.

Es que es terrible. Es terrible ver con la rapidez que pasan las cosas. Cuando destacan a un artista como emergente se le pide un volumen de trabajo en tan poco tiempo que pierde una calidad inmensa. Aparte de que a un artista no le da tiempo a formarse o a introducirse dentro de una serie, a que haya algún tipo de investigación. No hay nada porque tiene que exponer en tres lugares al mismo tiempo, por ejemplo, y eso va denigrando la técnica. Y sí que, además, yo me he enfrentado a comentarios de por qué llevo la obra hasta el término que la llevo a nivel técnico si con menos, con una especie de abocetado de la obra, funcionaría, que es algo que se ve mucho ahora dentro del arte emergente. Digamos que me saldría mucho más rentable quedarme en un punto menos de definición respecto a lo que se pide dentro del arte emergente.

¿Pero si eso pasara, tu huella se perdería?

Efectivamente, no sería yo. Yo busco otra cosa distinta. Yo puedo copiar lo que hay, pero hay mucho, hay un exceso.

En El artista capaz diriges tu mirada al universo simbólico de lo norteamericano. Estados Unidos, para lo bueno y lo malo, es el paradigma del consumo, de su poder de seducción y de sus desmanes ¿De qué te sirve el tomar estos elementos en tu obra?

Sí, desde luego. Me hubiera encantado ser cheerleader [Se ríe.] Pero básicamente es porque, a raíz de ver este tipo de imágenes de animadoras, encontré cosas divertidísimas de páginas específicas de cómo decir a tus padres que quieres ser cheerleader. Al final, se establece una comparativa de cómo decir a tus padres que quieres ser artista porque están igual de denostados. Está igual de mal visto que el decir en Andalucía el clásico “mamá, quiero ser artista”. Va por esa línea, cómo es crucial el apoyo del grupo también en la esfera del arte contemporáneo, y de las dificultades que plantea el dedicarte a esta profesión íntegramente, porque hablo del artista emergente que se dedica a esto, que apuesta por su trabajo. Ese era el camino por el que establecía la comparativa dentro de la estética pop, que es una estética que pone en cuestión esos aspectos que me comentas.

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En relación al concepto de emergente que antes hablábamos, teniendo en cuenta tanto tu obra como tu trayectoria, más allá de lo más o menos joven que seas que no deja de ser una circunstancia, es difícil clasificarte dentro de ese concepto.

Un galerista me dijo una vez que el problema era que soy muy joven. Y claro, yo le contesté que le podía cambiar todo lo demás pero que ante eso poco tenía que hacer, todavía. Sí que tengo compañeros dentro de este mismo mundo que me han comentado que he estado fuera de ciertas colectivas porque tenía un tipo de obra que se descartaba a priori.

Quizá ahí es donde se sitúa esa perversión del concepto de lo emergente.

Claro, no sé hasta qué punto los comentarios que me llegan son o no ciertos. Pero sí es cierto que yo tengo una forma de crear mi obra muy particular, ese punto quizá me hace diferente.

No obstante en El artista capaz sí hay un acercamiento a pequeños formatos y soportes diversos, con materiales más asequibles, pero que se aleja un poco de tu anterior obra.

Y es curioso porque esa obra sobre todo la han comprado artistas. Es el público al que va dirigido a nivel de mensaje, no tiene por qué serlo en compra pero ha sido así.

¿Cuáles son los principales retos que como artista te enfrentas en el actual contexto?

Para mí, mi principal reto es el aburrimiento. Si me aburro, malo, terrible, peor. Entonces, llega un punto en el que, como tú dices, varías formatos e incluso tienes la inquietud de meterte en otro tipo de campos, hacer obra objetual, u otro tipo de concepto de obra que te saque por momentos de la pintura. Ya luego en general, hoy día plantear un reto que tenga el artista es imposible. Hay tal cantidad de artistas que a nivel de aceptación del público, cada uno tiene su propio reto. Es imposible conocer esa diversidad por mucho que te formes. Es un mundo tan inmenso y grande que los objetivos son muy dispares. Lo difícil es encontrar tu público, y ahí puede que esté el reto mayor, que precisas mucho de promoción sobre todo los primeros años. Por ejemplo, te presentas a ferias y exposiciones en las que sabes que no vas a tener ni una venta pero a las que vas porque sí tienen un residuo de promoción que te viene bien y te interesa.

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La construcción de tu familia ha ido en paralelo a tu producción pictórica y académica, ¿cómo has vivido la conciliación de todo eso?

Pues te puedo decir que de la literatura que más he leído ha sido sobre gestión del tiempo. Además, y esto está estudiado científicamente, las mujeres que son madres gestionan mejor el tiempo que las que no en una misma cantidad de horas si las pones a trabajar en un empleo de oficina. Son capaces de sacar más cosas adelante porque a lo largo del día tienen que hacerlo. Valoro mucho cada minuto, cada segundo. Me concentro en aquello que estoy haciendo en cada momento y me implico profundamente. Intento adaptar cada momento a un formato. Por ejemplo, dedicarte a un óleo te implica mucha cantidad de tiempo en el preparado, secado, limpieza de los materiales, pero un dibujo a lápiz es mucho más fácil que puedo dejar en cualquier momento ante una llamada de “mami, necesito tal”. Es cierto que cambian los horarios. Antes de tener niños me podían dar las tres de la mañana en el estudio o los horarios de comer no tenían sentido ninguno, y ahora no. No eres un artista a jornada completa, diría que lo eres a media jornada, si quieres tener una familia sana.

No obstante, no deja de sorprender puesto que generas una obra a media jornada, como tú dices, similar a la de otros compañeros a jornada completa.

También es verdad que soy muy rápida. Tardo más en diseñar la idea que en efectuarla. Una vez que tengo claro qué es lo que quiero hacer, al inicio de cada jornada sé a lo que me voy a dedicar y la forma de efectuarla. Una vez que tengo preparado el discurso, voy muy rápido. Tampoco soy una artista de las que corren o modifican, tengo muy claro lo que quiero hacer y lo ejecuto.

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Recientemente has obtenido la beca Vázquez Díaz junto a José Miguel Pereñíguez. ¿Hacia dónde se dirige tu nuevo proyecto?

Se titula Girls, just want to have art, que apunta a la canción de Cindy Lauper, que entronca con la línea de El artista capaz, pero se centra en la figura de la mujer en tanto que artista y madre, y al tema de la conciliación familiar. De hecho, va acompañado de una investigación sobre las residencias para artistas y la conciliación familiar. Yo me puedo presentar a concursos pero no a residencias porque no se contempla la posibilidad de que yo pueda llevar a un niño, aunque, llegado el caso, ese niño, si es de teta, no vaya a consumir comida ni vaya a ocupar otra cama, haciéndome yo cargo de él. Quiero comenzar a investigar ese tema con esta obra. Además, me quiero adentrar en el tema del feminismo en relación a la maternidad, porque creo que hay una comprensión errónea de todo. Por ejemplo, están las Guerrilla Girls que defienden a la mujer que aborta, pero la que tiene niños está en situación de indefensión. Luego, las imágenes que hay sobre maternidad son muy manidas, o si buscas imágenes de feminismo y arte contemporáneo lo primero que salen son vaginas y menstruaciones, y eso no tiene que ver nada con una maternidad. Yo hace seis meses que la vagina no la veo [En el momento de la entrevista Bea está embarazada de mellizos.] No va por ahí la historia, por la genitalización. Esto es otro concepto, que trata también lo laboral, desde una lógica de la diversión. Es una serie muy divertida. La abordo a través de canciones de los setenta y ochenta, con tipografía de esos años, y trato de hablar sobre la mujer que trabaja y concilia su vida familiar. Hay artistas que trabajan el tema de la feminidad y la maternidad pero no se parece en nada a lo que yo necesito decir.

www.beasanchez.es

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