#Vivalaindignasión
Puedo llegar a ser muy pesado con el derecho a odiar y cómo ciertas personas intentan arrebatárnoslo, y encima, se lucran con ello. Pero oye, el derecho a indignarse –otro más- es lo que tiene. Prefiero indignarme por cosas un poco más importantes que una camiseta de Zara que a un par de judíos fanáticos les recuerda a la Shoah, es decir, al Holocausto, cuando está claro que es un plagio del uniforme de los Hermanos Dalton. Somos libres para odiar, y nadie puede decirnos que no ejerzamos este derecho. Mucho menos si lo hace en nombre de la Psicología Positiva, -que ¡sorpresa!- es una estafa.
Hace poco mi amiga Juls, psicóloga recién graduada, me descubría que la supuesta Ciencia de la Felicidad (cuyo máximo exponente en España fue aquel Instituto patrocinado por Coca-Cola antes del ERE masivo que al final no fue tan masivo) era to mentira. Si te interesan los datos científicos, aquí viene mejor explicado y argumentado de lo que yo lo hago.
En resumen, han pillado a la Barbara Fredrikson (qué tía), gurú suprema de la Psicología Positiva, que llevaba cinco años dando conferencias por unos 600$/hora sin merecerlo. Ha estado publicando en revistas científicas sus teorías nada científicas, que mezclaban ecuaciones de dinámica de fluidos con emociones humanas, factores genéticos con ambientales, y velocidad con bacon.
Un cachondeo. Igual que si Nature acepta algún día mi brillante disertación sobre la diferencia entre calamares y chocos*. Cómo ha llegado a aparecer en revistas “científicas”, con lo pesaditos que se ponen con el tema de la veracidad y las comprobaciones que tiene que pasar todo artículo antes de publicarse, no lo sé. Supongo que Barbara unta bien la mantequilla.
Nick Brown, un estudiante de psicología bastante mayorcito pero con buen espíritu crítico, se ha dado cuenta de la ingente cantidad de chorradas que esta señora y sus sicarios habían estado haciendo pasar por el método infalible para ser feliz. Con la ayuda de Alan Sokal, otro científico de verdad, han rebatido toda esta mierda en este estudio (en Inglés, lo siento).
Los Barbaliers, apoyados por la industria editorial, han hecho lo mismo que Grunig con su tito Freud: situar en una posición de prestigio intelectual a una vendemotos, aprovechándose de los privilegios que la sociedad reserva a los científicos. La sociedad extranjera, quiero decir. En la nuestra anuncian pan Bimbo para subsistir.
La Psicología de la Felicidad venía a decir que si uno está triste es por su culpa. Porque es un vago, un amargado, o no tiene fuerza de voluntad ni dedica el suficiente esfuerzo a solucionarlo. Exactamente igual que intentan hacer con la celulitis, las dietas, la depilación, y un largo etcétera que el feminismo, por suerte, sabe combatir.
Porque resulta que haciéndote el tonto y evadiendo la realidad, mirando sólo El Lado Bueno de las Cosas, serás mejor persona y cambiará tu estructura genética, volviéndote menos predispuesto al cáncer, entre otras enfermedades. Más aún, esta filosofía atrae a otras buenas personas a tu vida, y los buenos pensamientos te ayudan a conseguir el éxito en cualquier cosa que te propongas: amor, autorrealización, entrenamiento deportivo, negocios. Eso decía Barbara y por su culpa nos ha caído el muerto de pensar SIEMPRE en positivo. Lo malo es que no siempre es positivo pensar en positivo.
Antes de que un Hombre de Negro venga a por mí, tengo que confesar que normalmente soy pro-sistema. Creo que la culpa de todo la tenemos las personas, no los sistemas. Si no hemos solucionado los problemas y desigualdades que ocasionan es porque no lo hemos intentado lo suficiente, ni estamos lo suficientemente concienciados. Y siempre he dicho que el consumo es un tipo más de felicidad, tan válido como la amistad, el amor o los hobbies; de hecho, está englobado en todos ellos. Pero hay un límite.
Cuando intentan obligarme a creer que solo hay una forma correcta de ser feliz, que por supuesto, es de pago (coaching, coaching emocional, autoayuda, dietas, el Poder Del Optimismo Para Ser Feliz Y Ganar Dinero) y si no la sigo, soy una persona horrible e improductiva y nunca, nunca jamás conseguiré un puesto de trabajo acorde con mis capacidades, me cabreo. Creo que no soy el único…
Me gustaría que de este artículo no solo sacásemos indignación, sino también dos conclusiones:
1) Solo tú tienes derecho a elegir cómo quieres ser feliz, no tiene que venir otra Barbara Fredrikson a marearte.
2) Hay que invitar a una cerve a Nick Brown la próxima vez que lo veamos.
Saluditos de maasåi.
*Hola, revista Nature 😉
Por Félix Domínguez // Ilustración: Gloria Rompo
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