La R.A.E no aprueba esta columna.
Ya lo dijo Imbert, que es francés y puede hablar con mucha autoridad sobre cualquier cosa: todo se está mezclando con todo. Fútbol y boxeo, sushi y tapas, invierno y verano, felicidad y precios bajos. Él lo llamó “licuefacción de la realidad”, y profetizó que la programación televisiva ya nunca volvería a ser kétchup o mayonesa, sino que iba a convertirse en una especie de salsa rosa en la que la realidad se confunde con lo guionizado. Era 2005 y todavía no se había estrenado Sálvame. Muy fuerte.
Hace poco, la revista Grazia, cumbre actual del periodismo de investigación –y lo digo totalmente en serio- lo ha constatado. Moderna de Pueblo dedicó dos viñetas satíricas a dos nuevos híbridos: el Pijister (pijo+jister) y la Chonindie (choni+indie), preocupada por cómo estaban tomando las calles de Madrid. Hacen gracia porque son verdad, pero después de reírse toca escuchar un poco a Pepito Grillo: ¿tan malo es mezclar(se)? ¿Hay que reírse de quienes se quieren mezclar?
Desde luego, mezclar significa jugársela. Se puede salir muy malparado, y no me refiero al alcohol. En la vida social, si ninguna de las dos tribus te aceptaba, acababas siendo un Hombre del Medio del Atlántico, atrapado entre dos orillas, para toda la eternidad. Hoy las fronteras entre tribus urbanas, hasta ahora inviolables, se derriten como el Ártico.
Y no solo en Madrid. En Sevilla también está pasando. Puede que hasta en Vila Real de Santo Antonio. Ya se sospechaba que en realidad no hay tanta diferencia entre un jister de la vieja escuela y un jubilado: gafas grandes, rebequitas de punto, sombreros, andar pausado y afición por bares de los de siempre. Pero ¿qué ocurre cuando un cani se cansa de ser cani y decide probarse unas Vans?
Que le quedan bien –a todo el mundo le quedan bien-, y es muy probable que acabe subido a una fixie verde mosca con las llantas color lila, gritando “VOOOOOOOOOOM” por el centro mientras hace como si te fuera a atropellar pero luego al final no. Ha nacido un Cáster (cani+jister). No pasa nada: evolucionar es mezclarse y avanzar. Mejor esto que un chándal blanco. Además, estadísticamente en España existen demasiados Compro Oro para tan poco oro. La estética cani a.C. (antes de la Crisis) no podía seguir resistiendo mucho tiempo. Pero volverá.
Un Modercio (moderno+rancio), en cambio, es el hijo de un rancio reconvertido. Muy bien también, porque hasta hoy el hijo de un rancio solo podía seguir siendo rancio. Por fin veremos náuticos en los festivales de este verano. Como todo el mundo sabe, los náuticos son los Jordi Hurtado de los zapatos, y la gomina es la Teófila Martínez de los productos de peinado. Son cosas que nunca han vuelto, porque nunca se fueron.
Tribus que nunca tendrán este problema: los jipis. El movimiento jipi se encuentra estancado, hasta tal punto que no hay jipis auténticos con menos de una cierta edad. Y si eres jipi y joven y estás leyendo esto, no me creo que seas jipi. Los heavys, afortunadamente, siguen reclutando nuevos miembros entre las generaciones jóvenes, demostrando que: 1) ir de negro es siempre un acierto y 2) el pelo largo siempre sienta mejor. Pero no se mezclan.
Quienes caen en las garras de lo heavy de verdad en su adolescencia suelen ser fieles al Metal hasta el final, salvo que aparezca Sergio Ramos en tu vida y traiciones completamente tus principios, derivando en algo que solo puede ser catalogado como Chovy (choni+heavy). Es la excepción que confirma la regla. Aunque en realidad Pilar Rubio no me cae mal.
Por Félix Domínguez // Ilustración: Félix Domínguez